miércoles, 15 de marzo de 2017

MI VERDAD

Cuando en el más pronunciado y agudamente oscuro de los túneles,  aunque sea breve, el interior queda ensombrecido en UN grado absoluto de impotencia, que se te presenta de sorpresa, rompiendo todos tus esquemas y el llanto pide salir a cubrir el rostro, y en segundos incomprensibles sale, no importando que ese rostro sea visto así, de esa manera, al descubierto, son las palabras las que quedan.
Y la palabra, las palabras, por lo menos ellas, desde hace 39 meses, con total estupor por mi parte, no me han abandonado en expresión escrita, cuando en forma leída se me hacen más escurridizas.

Y toca ser honestos. Son ya muchos días en los que a las tardes llega el hundimiento psÍquico---físico sorprendiendo con su presencia a un estado que parecía de lucidez y de encuentro, de cierta auto-realización. Pero llega la noche breve negándotelo todo y quitándote las chucherías del sentido.

Mi psiquiatra de toda la vida afirma en breve comunicación, que es transitorio.
Sirve esta situación, para ver que en los túneles más oscuros e inacabables en donde estuve y otr@s están ahora mismo, en casa o encerrados en psiquiátricos, donde todo parece acabarse y parece ser demasiado, y los budistas, para más inri, exigen una no/queja además (cuando el mal podría venir por desordenes organico-químicos que nada tendrían que ver con una imposible presencia del SER en ese caso), para entrar en una paz que no se manifiesta en grado neutro o continuo, en absoluto, sirve, esto, digo, para ver que, más veces de las que uno quiere admitir, ese  uno no puede. Y la confusión y el ego ofendido por lo que considera una humillación de la vida se apropian, y es cuando  todo lo cuestiona el individuo y ni siquiera sabe si debería estar aquí escribiendo estas palabras... Nada sabe.

Y sí que sabe aunque sea eso; pues ante todo este estupor lo único que te queda es la palabra y aunque tengas dudas de si debes de usarla para adornarte y presentarte con ella en público, en ese momento ves esto:
 La palabra, ausente o presente, como expresión del deseo de felicidad, plenitud, belleza, amor, flor, mar y todo lo demás, no me falla. Ella me acompaña. Y por escrito me calma si se la doy a otros. Porque la palabra para mí solo, no me enseña, no es efectiva, no tiene la fuerza que adquiere cuando la dirijo con puntería que trata de afilarse, cual flecha hacia el arco de tu corazón; y  así como dirigida sólo a mí es  una manera de soliloquio con la que nada aprendo, si te la lanzo  desde aquí, entonces la palabra  parece darle cierto sentido a algo o a todo.
Y entonces queda clara una cosa. Parece que sólo nos tranquilizamos si le encontramos un sentido relativamente positivo o lógico a las cosas. Es demasiado obviamente normal. Lo considerado inútil y estéril no llena a nadie. Las personas no cabronas por lo menos necesitamos la palabra en sentimiento para sentirnos, para querernos, o al menos pensar que nos queremos, aunque sea dentro de nuestra confusión. De los demás no sé nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario