miércoles, 15 de marzo de 2017

AGARRATE AQUI


Me desperté hace siglos, agradecido al despertar.
Dormido estaba con pesadillas. No es una metáfora existencial. Es lo que me ha pasado hoy. ¿Serían las 7? He escrito; he recordado que en un lugar me he podido dejar el mp3 y un USB con información básica para el funcionamiento del universo.
Es entonces, cuando, sabedor de que tengo un ángel de la guarda que siempre me hace re-aparecer carteras cuando las daba por perdidas, he cogido el bus, he ido al lugar donde pude haber dejado el mp3 y el usb, y allí estaban los dos. Andando tenía luchas internas. Pero llevo muchos días andando y las agujetas, si se pone atención en ellas, responden agradecidas al movimiento.
Me meto en tabacalera (en la mediateca); en un ordenador meto el USB y reescribo, y pienso, puf, qué cansino es esto de escribir otro libro; además, esto que me parecía que iba muy  bien, ahora me parece vulgar y corriente. No importa, en otro momento me parecerá que está bien y tampoco importa, porque soy mal juez de mis expresiones. Pero no de mí. Yo valgo porque trato de hacerlo bien. Ya está. Autoestima 10. El siguiente. Y salgo del lugar y vuelven las peleas internas.
Dicen que la meditación relajadora consiste en olvidar o dejar de centrarse en el pensamiento, donde habita el ego, y centrarse en la respiración. El problema es que yo no suelo encontrar mi respiración, y mira que se esconderá bien, pues si no, evidentemente, yo no estaría aquí. Igual hasta no estoy. Inquietante.

Pero también dicen (se ve que soy muy documentado y pavimento de citas célebres y científicamente probadas las calzadas de los textos) que para huir del pensamiento agotador se puede atender a lo interna o externamente vital. A lo que "pasa".
Y ahí me lanzo. Escucho a mi cuerpo sin música, y los músculos me agradecen la atención mientras camino, y me responden bien, pues el de las agujetas de andar mucho, es un "dolor" que no sería casi tal, pues produce placer el  hecho de sentir las piernas, avisadas por un relativo cansancio vital que va descansando con el movimiento.
Y ha salido el sol. En grande. Cielo azul. Y el ayuntamiento me parecía muy bonito. Entonces me he puesto música en los oídos. Y sólo escuchaba la música, no a mi cabeza.
Y por primera vez he visto San Sebastián. Por primera vez he disfrutado de ella. He viajado a una de las ciudades más bonitas del mundo, donde vivía desde hace cuarenta años. Y la arena en marea baja, y el mar, y esa isla majestuosa, y el monte Igueldo. No podía parar de mirar la naturaleza de una bahía que se excede en belleza. 

Y yo estaba unido al paisaje y a la música y no me importaban los pensamientos, pues estos me han dejado, y cómo he disfrutado. Y entonces he pensado que la oscuridad de la mañana, donde mi cuerpo pedía hora de siesta pronto, ha sido un buen puente para llegar a este lugar. Agárrate aquí. Agárrate con fuerza. 
Aquí estamos bien de momento.

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