domingo, 2 de octubre de 2016

AÑO 2012: AHORA ME TOCA A MI (uno y penúltimo)


El último mal año de mi vida (hablo de malo malo malísimo) fue el  2014. 

El 2013 no le vino a la zaga. Ahora bien, el más divertido de los últimos, fue, querido 2012, sí, fuiste tú, año 2012, qué maravillas me trajiste.

Por supuesto estoy recurriendo al sarcasmo. Al sarcasmo recurrimos los perdedores. Los perdedores de mal perder además, los débiles...

Empecemos por el principio; otoño de 2011, un ingreso, en donde un residente sin licenciarse todavía, me echó una amable pero intensa bronca por haberlo hecho todo mal en mi vida, aprovechando la ausencia del psiquiatra titular. No le voy a llamar niñato, aunque lo era. Tenía razón sólo en una cosa: una conducta negativa mía no la justificaba la enfermedad. Pero le dije, por eso he venido aquí, por haber obrado mal.

En ese ingreso me dicen unos amigos de aquellos maravillosos años que habían leído un escrito que les mandé y del que nunca he hablado aquí y me preguntaron si quería que me lo editaran. Que me hacían ese regalo si quería. Bellísimo por parte de ellos; nunca me cansaré de agradecer aquello.  Por supuesto, acepté el regalo.



 El psiquiatra de aquel ingreso dijo que me convenía ir a un sitio llamado URP. Unidad de Rehabilitación psiquiátrica.

 A pesar de lo del libro, desde noviembre de 2011 hasta noviembre de 2012 anduve acudiendo diariamente, con un estado de ánimo salvajemente doloroso-ansioso-tembloroso, a ese lugar llamado Unidad de Rehabilitación Psiquiátrica o URP o Toki-eroso ("lugar cómodo" en traducción rápida; y en mi recuerdo "lugar cómodo" resuena en mi interior con un cinismo detonante de bomba atómica); el problema no era el cómo del lugar, oficialmente, o nominalmente cómodo (la antigua villa donde se hacía el programa "Unidad de Rehabilitación Psiquiátrica", se llamaba Toki- Eroso, y la seguían llamando así, por costumbre tediosa); el problema era lo incómodo que se me hacía vivir con mi interior absolutamente atormentado y roto en pánico y obsesión, que para colmo se acentuaba cuando yo iba allí, lejos de hacerme bien; esto fue gracias a la manera de trabajar de una persona, que, en el fondo, era buena gente. Pero discrepo de su forma de ver el Tema.  Discrepo Absolutamente  de la manera en la que esa persona encaraba el TEMA: enfermedad psíquica.

El hombre que llevaba la jardinería, era un hombre integro, respetuoso y bueno. Un hombre como la copa de un pino, que me trató con un respeto impecable. Todo mi cariño para él.

La mujer de manualidades. Caso y párrafo aparte para esta mujer: y es que era un encanto de persona, toda humanidad, toda positividad, toda dulzura jovial. Qué persona más extraordinaria Dios mío. Se retiró poco antes de que yo terminara mi tiempo en la URP; hasta ese mismo día se dedicó con mimo a nosotros, preparando un lunch con detalles florales en los platos de plástico. Cuánta belleza. Le entregamos una especie de cartulina con todos nuestros comentarios cariñosos. Muchas emociones para el mismo día. Termina un trabajo en el que tantas experiencias vivió, dando lo mejor de sí misma. 

Este tipo de personas no saldrán nunca en las noticias. Casi como que mejor. Esas personas y las que sufren mucho, son las que merecen el paraíso.  No pudo contener las lágrimas al leer nuestras dedicatorias de despedida, ella se sentía agradecida a nuestro agradecimiento, le importábamos, estaba claro que aparte de su profesionalidad, ella, también de algún modo, nos quiso mucho, o quiso a todos los pacientes que fueron pasando por el lugar, pues ella daba mucho cariño y en consecuencia lo recibía de nosotros; de alguna manera nosotros representábamos, al ser los últimos con los que ella trabajó antes de retirarse, a todos los “enfermos” que habían pasado por allí y nuestras palabras le emocionaron; éramos, insisto, lo últimos testigos de una profesión que amaba, pues esa persona tenía una capacidad de amar la vida genial; era como tú querida Yolanda Guillen, monitora de un sitio extraordinario en el que nos reunimos enfermos psíquicos; esas lágrimas y esos besos que lanzó al aire ante nuestro aplauso contundente cuando se emocionó, lo decían todo bien claro. 

La energía positiva de esa mujer, Loli preciosa, era de campeonato y se hacía querer, vaya si se hacía querer. Qué gran suerte haber conocido a gente así... Vivía y trabajaba para pasárselo bien. Así nos tenían que haber educado. Vivir, estudiar y trabajar, con el fin de disfrutar de la vida; y no desde el miedo y la tragedia, de, la vida es muy dura y ya verás, los cabrones te pisaran, y te encontraras con situaciones que etc etc etc...Menuda motivación que se ha dado a los educandos.

La psiquiatra también se portó de una forma tremendamente bondadosa y cariñosa conmigo.

Antes de decir lo que viene ahora debo decir que me he enterado de que la persona de la que voy a hablar ahora está pasando por un apuro  de salud. Le deseo una pronta curación. Yo no deseo mal ni a quienes me lo hicieron, porque además no creo que me hiciera mal queriendo, eso no. Creo que se equivocó, pero también pude haberme equivocado yo, tomándome a la tremenda sus juicios de valor.

Esta persona, enfermera psiquiátrica, nos explicaba cosas sobre las drogas (los que no teníamos estos problemas tuvimos que tragarnos historias que a nosotros no nos podían decir nada) y sobre nuestros inmaduros comportamientos; ella no decía inmaduros, pero utilizaba palabras que no eran insultos y eran políticamente correctas, que venían a decir “infantiles”; sólo porque uno tomó un día un croissant con el café dijo “vivís como reyes”; sí, como reyes a los que les gustaría meterse a la cama y no despertarse en miles de años; o mejor, no despertar nunca, para que no tuviéramos que aguantar lo que llevábamos dentro sumado a tus descalificadores comentarios diarios; todo esto es muy subjetivo; quizá fui yo el que no supo entender nada y ella hacía las cosas como dios manda mientras que nosotros no; lo digo sinceramente y sin sarcasmo ahora; pero no me pude llevar bien con ella. 

La persona de la que hablo llegó a decir que allí se amueblaba la cabeza de la gente y que a ella también le había tocado, y ella, insinuaba demasiadas veces, (casi lo decía abiertamente), que ella estaba bien porque hacía lo que se debía, y nosotros no. Se deduce de esas afirmaciones e insinuaciones directas (si es que estas dos palabras tienen algún sentido semántico no contradictorio, que no lo creo, pero yo me entiendo), que para ella el problema no tenía nada que ver con nuestros fluidos orgánicos sino de no hacer las cosas como ella las hacía. Ella lo hacía bien en la vida. Nosotros MAL.

Nosotros éramos pues, vagos con mucha jeta. Podría tirarme cien páginas hablando sobre estas cuestiones pero sería inútil. Hay gente a la que nunca convencerás de nada. Muchas veces estos juicios de valor tan radicales vienen del hecho de  que la persona que abronca y pontifica y dogmatiza a los supuestamente tontos, no aguanta sus propios defectos y conflictos en sí misma. Los veía en nosotros y a por nosotros fue. Se perdona sólo por el hecho de que ella era tan desequilibrada como nosotros y lo que no aguantaba en ella, cuando lo veía en nosotros, lo descalificaba bruscamente. . 


Tengo que decir, con respecto a esta persona, que hubo gente a la que esta mujer gustó, o no cayó mal y puede que mi interpretación sea demasiado errónea, pues está hecha desde una situación en la que no estaba yo para aguantar que me dijeran nada supuestamente ofensivo. Así que no estoy del todo seguro de que ella merezca una crítica. Si me estoy equivocando pido perdón y digo que lo que he dicho se refiere a lo que yo percibí desde mi malestar y NECESITABA expresarlo, por mucho que pueda estar equivocado. A mí me hizo mal y, por otra parte,  la objetividad de mi opinión no se desacredita por  mi enfermedad.

   Y es que un  tal Alberto me ha hecho ver hoy, muy educadamente, que soy un  tarugo, un insoportable y  un estúpido, sólo por decirle que estaba generalizando equiparando a enfermos psíquicos como violentos sólo por haber conocido dos casos y por haber leído muchos libros de psicología que para mí no saben nada. Esos libros saben de la mente lo mismo que yo. Nada. Pero Alberto, tan tolerante que ve la paja en el ojo ajeno y no es capaz de ver la insoportable viga que lleva en el suyo me descalifica e insulta (sin usar insultos pero sinónimos de éstos) por no opinar como él; y no opinar como él es ir contra su REPUTACION. Hablar de esa forma sólo tiene una explicación: no aguantarse a sí mismo. Pero quizá sea verdad que yo sea un energúmeno asqueroso y él sea un gran hombre sin ninguna fisura ni defecto. Absolutamente integro y de gran sabiduría. 

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