miércoles, 4 de mayo de 2016

OSCAR WILDE: CARA B



Debo de empezar por sacar la pata

En un texto dije que Gustave Flaubert escribió "Esta tarde he puesto una coma, y al final la he tenido que quitar." Menos mal que dije que "me sonaba" que lo dijo. Porque esa cita es de Oscar Wilde y además, este, lo dijo al revés, y no empezó a la tarde: "Esta mañana he quitado una coma y por la tarde la he vuelto a que poner" dijo o escribió Wilde. Pero Oscar Wilde dijo esto en sus últimos días (haciendo un chiste malo diré que todos estamos siempre viviendo “nuestros últimos días”; como si hubiera más; pero espero que se me perdone la tontería), tras haber salido de la cárcel donde estuvo condenado a hacer trabajos forzados durante dos años, sólo por ser homosexual. En el año 1895, en Gran Bretaña, si descubrían que alguien había tenido relaciones homosexuales, a ese alguien le hacían lo que le hicieron a Wilde. Se sigue haciendo en algunos países de nuestra modernidad.
      Se nos ha presentado siempre la cara A de Oscar Wilde: bohemio, ingenioso, bonachón y gran escritor y poeta (lo sería seguro, pero no siempre pudo serlo).
      
        Yo leí dos obras y media de sus trabajos literarios. “El Retrato de Dorian Gray” (la leí en Inglés, cuando yo sabía Inglés, y me dejó indiferente, quizá porque mi estado anímico era indiferente cuando lo leí).
      Leí también, de Wilde, “La importancia de llamarse Ernesto”, de la que estoy casi seguro de que se trataba de una obra de teatro; y me gustó mucho. Como anécdota, decir, que, un personaje de la obra, llamado Algernon Moncrieff, se inventa un amigo llamado Earnest (que además de ser nombre de persona es una palabra sinónima de “serio”) y apellidado Bunbury. Cuando Algernon no quiere acudir a un compromiso social engorroso, se inventa a su gran amigo Earnest Bunbury (si se lo inventa, obviamente, no existe) diciendo que está muy enfermo y que debe de acudir a hacerle compañía (o algo así). El ex cantante de “Héroes del silencio” Enrique Ortiz de Landazury, adoptó el apellido Bunbury como nombre artístico, tomándolo de esa obra. No sé por qué.
            El tercer libro que leí de Wilde fue “De profundis” que es una carta tan larga que la convirtieron en libro (como la “Carta al padre” de Kafka, que no sé si me leí); sobre “De profundis” debo de decir que me la leí (si a aquello se le podía llamar leer), en inglés, cuando este se me iba oxidando cada vez más, en un viaje de Pamplona a San Sebastián, por los pueblos y por curvas mareantes. Qué mal rato. No el que me dio el libro, sino el viaje...

A Wilde le pasó lo que le pasó a demasiados artistas. De hecho nos pasa a nosotros en casos extremos. Una serie de gente nos quiere, y de la noche a la mañana nos da la espalda o se la hemos dado nosotros por no ser como éramos, cuando nos “querían”. Pero siempre hay otra gente. Y personas que nunca dan la espalda, pase lo que pase. Una o dos.

Según lo que Eugenio Baroncelli cuenta en su libro “267 vidas en dos o tres gestos”, en la cumbre de su gloria y contando con 41 años, Wilde fue acusado por el marqués de Queensberry de mantener con su hijo Alfred, “el gandul Lord Douglas”, una 'escandalosa' relación homosexual (aún siendo heterosexual, otro día tengo que escribir lo que pienso sobre lo que dicen a propósito de que la homosexualidad es una enfermedad que va contra natura. Antes de que el hombre interviniera a lo bestia en ella, “la sabia naturaleza” sufrió un montón de “anormalidades” y disturbios de tierra que a la larga provocaron cosas bellísimas. Ya está, no tengo que hacer ese escrito).
Condenado, ya he dicho, a dos años de trabajos forzados. El que salió de la cárcel era otra persona a pesar de seguir llamándose “Oscar Wilde”, Baroncelli indica: “Incapaz de escribir, siempre predispuesto a darle a la botella, cada vez más sordo, encorvado sobre su bastón como un viejo, se refugió en Francia [...]” Murió en París, lejos del éxito que ahora (muerto) tiene y que tuvo antes de los trabajos forzados carcelarios.
Wikipedia: Palabras de Rubén Darío al morir Wilde: “Un hombre acaba de morir, un verdadero y grande poeta que pasó los últimos años de su existencia, cortada de repente, en el dolor, en la afrenta, y que ha querido irse del mundo al estar a las puertas de la miseria. Este hombre, este poeta, dotado de maravillosos dones de arte, ha tenido en su corta vida sobre la tierra los mayores triunfos que un artista pueda desear y las más horribles desgracias que un espíritu puede resistir...”

Wilde. Otro que, si hubiera otra vida, puede estar partiéndose de risa de su reconocimiento actual, en compañía agradable de Melville, Kafka, Van Gogh y otros cuantos más, incluso puede andar con ellos Cervantes, que murió sin haber llegado a superar NUNCA, las penurias económicas.

Desobedeciendo a hombres sabios, y en contra de mi integridad moral tengo que decir que he sacado algunos datos de Interné (¿se dice así?).

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