jueves, 14 de abril de 2016

AMIGOS DE VERDAD

El mundo oficialmente guay: "Bataren atzetik bestea, egun multzoa, eta horri, jendeak deritzo bizitzea; ta zeatik deritzo bizitzea?" "Uno tras otro, un conjunto de días y a eso la gente le llama vivir; ¿Y por qué le llama vivir?" Joxe Mari Iturralde.


SE BIEN DONDE ESTAN
  
         Se está muy bien entre los “condescendientemente” llamados excluidos muchas veces.  Quiero estar con gente que no es cool, con gente que no es guay, con gente que no es fascinante, con gente que no es socialmente interesante (para mí lo son, mucho); son el espejo en el que me miro con paz, nos miramos con tranquilidad entre nosotros. Los mal llamados pequeños son mucho más cálidos que las grandes personalidades. Fachadas.
        
         Estar con los supuestamente excluidos, es una especie de, encontrarte en un lugar llamado CASA, a la única que pertenezco; yo no soy de ninguna nación, yo soy de ellos y ellos están conmigo. Ese es mi único nacionalismo.
       
        El mundo de los que saben montárselo muy bien, de los victoriosos, es un sitio donde hace mucho frío, es un sitio donde hay que actuar en un teatro, es un sitio donde no se puede decir la verdad (lo que uno siente como verdad); es un lugar de alimento del ego, que suele terminar en discusión, disimulo y enorme hipocresía; es un lugar de máscaras; y  como si no fueran suficientes las mentiras que nos decimos, ahí se les da cobertura pública; es un sitio donde acentúo mi insatisfacción y donde, repito, el ego, el amigo que hay que aceptar, te puede hacer mucho daño. Porque para no quedarte fuera del rebaño, tienes que actuar, aparentar que eres tan de puta madre como los demás. El problema es que yo no quiero ser de puta madre. No en el contexto del que hablo. Porque se toman confianzas que nunca les diste; te dirán cínico, fantasma, que estás siempre con la pena en la boca, que tienes que hacer X, que no seas un robot, que esto y lo otro. Pero aun sabiendo que yo no quiero estar en esas zonas de "éxito", yo soy igual o peor que los que andan peleándose por eso, o dicen esas cosas; aunque me gustaría no serlo.

     El mundo de la paz y del cariño sincero, el mundo de la sonrisa espontánea, el mundo del encanto de dar y recibir de manera espontánea, está en los pequeños de mi CASA, que para mí son los más grandes. El mundo donde uno se puede mostrar tal y como es, en donde no hay que fingir para ser aceptado, está donde ellos están. Qué bellos son mis amigos de verdad, qué generosos con los que pertenecen a una vida que les ha tratado tan mal. Qué lecciones me dan sin que ellos lo sepan. Porque ellos viven con naturalidad su descanso, tras haber sido magullados y torturados. Cuando ya la vida les dio tregua, simplemente respiraron el aire con una paz que nunca antes habían sentido, pues cuando la tuvieron hicieron lo que les dijeron  "que había que hacer en esta vida”, y se pusieron a ello de forma humanamente antinatural.  Es curioso, pero gratificante, que uno de los guays cantara “…qué difícil es buscar la paz, convivir venciendo a los demás, nuestra sociedad es un buen invento para el mal”. Sí, un sistema basado en la competitividad, está provocando tantos muertos inocentes como los que se produjeron por una forma fatal de entender el comunismo. Stalin no era mucho peor que aquellos que, para mantener una dictadura económica, con la que dominan el mundo, no dudan en dar órdenes que, de manera "colateral", provocan grandes calamidades. Muertos inocentes.
        
        En CASA, nadie te juzga, nadie te regaña, nadie te indica COMO hacer las cosas, nadie gana, nadie pierde, sólo nuestra serenidad común, que en ese lugar viene de la aceptación del otro, tal como es. Es bien evidente por qué razón, en CASA, nadie margina a nadie, nadie considera a nadie un freaky, un rarito, un tipejo raro a esquivar. Es evidente, sí, porque cada una de las, digamos 16 personas que se reúnen allí, ha pasado por etapas en las cuales “no aportaban”. Y no solemos querer estar con gente que no nos aporta. Lo que ocurre es que cuando has sido uno de los que no aportaban, y los demás (como hubieras hecho tú) te han dejado de lado, cuando llegas a CASA, ves que hasta el/la que sería considerado el último mono, tiene cariño que recibir y hasta te lo da con una simple sonrisa de aceptación y cariño de verse aceptada/o; muy a pesar de encontrarse en el infierno, sonríe agradecida/o a tu caricia que te  sale de dentro. ¿Cómo va uno a dejar de lado a la persona que habla poco o que no aporta socialmente si ese uno fuiste tú mismo? Es más, lo sigues siendo, lo somos todos cuando la suerte y las circunstancias se nos tuercen en este mundo tan violento humanamente. Puedes estar roto y no tienes que "mantener el tipo", no importa que te vean llorar, no importa que te vean mal, no importa que te vean "débil" o "apocado", o que te contradigas, o que seas incoherente, o que estés perdido en la vida. Allí, ante eso, ellos sonríen con cariño hacia el otro, pues anduvieron y andan igual.  Ahí estamos a salvo de  cosas  desagradables y cínicas...
       Se habla de que cada uno lleva dentro lo mejor y lo peor. En CASA, nadie lleva lo mejor ni lo peor. Ahí cada uno sólo lleva su alma sin disfrazar, su circunstancia humana en estado puro. Por eso nos gusta tanto ir a nuestro territorio, a esa casa nuestra, que dejaré de escribir con mayúsculas, a esa nación a donde uno/a vuelve cada día para sobrellevar todas las caras adustas del autobús o la inhumanidad de calles en donde ya nadie habla con nadie. Es cuestión de  ver que la cruz tuvo y tiene grandes recompensas, que la resurrección no es, de momento, la de la otra vida, sino que está allí donde vamos los de casa, allí donde somos refugiados en el sentido más confortable y reconfortante de la palabra. Todos los días, y sin esfuerzo, recompensados por la paliza; todas las cicatrices, aun cerradas, desaparecen con ellos. Es entrar y sentir un, yo soy de aquí, este es mi fuego de la chimenea ante todo lo gris, lo frío y el auto-bombo individual de marketing social que se lleva lejos de esa chimenea y que termina por introducirse en uno. Algunos dirán que llevamos el mal dentro, de forma intrínseca. Me gustaría que me lo demostrasen. Porque pienso que en esencia no son así, sino que les gusta ser así. Yo con esa gente, ni para cruzar la acera. Si quieren ser malos, adelante, pero que conmigo no cuenten.
    
        Cuando no hay nada por lo que competir, la gente sonríe, por lo menos en mi experiencia en ese territorio del que estoy hablando.
        
          No busco contar algo bonito o feo; busco contar lo que siento. Y en CASA, el sol aparece en fraternidad, tras años de terribles tempestades.

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