domingo, 10 de enero de 2016

ROBERTO MOSO

Para Roberto Moso persona



Para cuando yo tenía 16 años ya había escuchado mucha música (quizá demasiada). En los círculos “alternativos”, el tipo de música que yo había escuchado hasta esa edad era señalada como comercial.

Mi hermana mayor escuchaba los cuarenta principales a todas horas desde que yo tenía nueve o diez años y con esa edad me gustaban Miguel Ríos, Mecano y Michael Jackson. También me gustaban mucho algunas canciones de Víctor Manuel: “Nada sabe tan dulce como su boca”, “Cruzar los brazos” y otras.

Un compañero y amigo de clase me pasó una cinta en la que se escuchaba a un grupo que se llamaba Kortatu, a otro con el nombre de Zarama y algunos otros grupos que sonaban de forma parecida. Fue un verdadero shock. Un shock positivo. Aquellos grupos transmitían algo nuevo, cantaban en euskera y lo hacían distinto. Transmitían algo que algunos adolescentes sentíamos mucho más auténtico, más emocionante y cercano que lo que ofrecían los grupos de los cuarenta principales. Era música directa y fresca. Nueva.

Estos grupos de características similares fueron metidos dentro de un grupo cuya etiqueta los calificaba con estas palabras que vienen ahora mismo entre comillas: “Rock radical vasco”. Es llamativo el hecho de que esta denominación no agradaba a veces ni siquiera a algunos de los protagonistas de ese fenómeno musical. Pero ahí los encasillaron. Dentro de ese grupo se introdujo a muchos, pero los que yo más escuchaba se llamaban “La polla records”, “Kortatu” (mucho Kortatu), “Zarama”, algunas canciones de “Bap”, “Delirium Tremens”…Era el punk británico, reciclado en euskera en los ochenta y con reivindicaciones políticas. Aunque yo del punk, los Sex Pistols y demás, por aquella época no sabía nada. Más tarde ya sólo escuchaba, de entre estos grupos, a Hertzainak.

Con respecto a todo esto, recuerdo, y probablemente siempre recordaré, una pequeña anécdota que tiene mucho que ver con lo que representaron estos grupos denominados radicales y que cantaban en un euskera electrizante.

Antes de que aparecieran ellos, dominaban el panorama de la música en euskera los cantautores y dos o tres grupos de verbenas muy conocidos, que además empezaban a ganar bastante dinero. Hasta mucho dinero. El cantante de uno de estos grupos verbeneros arremetía contra las bandas que me gustaban, insinuando que no sabían tocar y otras lindezas. Arremetía mucho contra el grupo Zarama, más incluso que contra otros, a los que, misterios de la vida, muchas veces ni siquiera nombraba. El caso es que a nosotros, los chavales que escuchábamos a estos grupos, nos traía al pairo el hecho de que estos grupos que tanta energía fresca nos transmitían fueran o no unos virtuosos de los instrumentos. Hacían el ruido que nosotros necesitábamos escuchar en aquel momento. El de la rebeldía.

Pues bien, resulta que unos años más tarde de que se produjera la explosión del rock radical vasco, el cantante de uno de estos grupos descalificados por el cantante del grupo de verbenas por excelencia, escribió un libro y fue invitado a un programa televisivo que presentaba nada menos que (tengo muchas ganas de nombrarlo) el susodicho cantante del grupo de verbenas por excelencia que tanto había descalificado a Zarama, sobre todo a Zarama. Y es que, además, el cantante invitado era, paradojas y cinismos del tiempo, Roberto Moso (vocalista y figura más visible del grupo rockero Zarama), que fue allí en calidad de escritor, además de a cantar alguna historia. El programa que conducía el cantante de Egan (Ya lo he dicho, me van a denunciar) era un monográfico dedicado al grupo Queen, pues el cantante de estos últimos, Freddy Mercury, había fallecido poco antes, creo; eso creo, pues para que Egan y su líder le hicieran un recordatorio cariñoso al grupo de Mercury, cantando sus canciones en euskera, deduzco que ya se habría producido la muerte de éste…

Cuando el cantante de Egan y conductor del programa le dijo en plena entrevista a mi ya por entonces idolatrado cantante de Zarama (no estando demasiado lejanas en el tiempo sus descalificaciones), en un tono tristemente condescendiente y paternalista, que su grupo había mejorado mucho instrumentalmente, Roberto Moso tiró de ironía y dijo: “Beno, oraindik ez gara Queen taldea bainan…” “Todavía no somos el grupo Queen pero…” El de Egan no cogió la ironía y dijo respondiendo en euskera: “Jo, Queen, qué buenos eran… (“o son…”)”

Una de las canciones de Zarama, titulada “Dena ongi dabil” (escrita por Josu Expósito, que terminaría siendo uno de los fundadores del grupo punk Eskorbuto) tuvo mucho impacto en una pequeña fase de mi vida. Esa canción estaba dentro del casete que me había dejado mi inolvidable y gran amigo Zeta, genial compañero de adolescencia y que me ayudó mucho con mis problemas de fobia social. Más que nada porque él estaba en el grupo de los guay de clase y yo no, pero me tenía mucha estima y hasta un poco de admiración. Esto era mutuo y la situación me ayudó mucho. Nunca se lo agradecí. Lo hago ahora, estés donde estés. Un día, en casa de Zeta, estábamos escuchando la canción “Dena ongi dabil”, que a mí me encantaba y me parecía potentísima…Al final de esa canción el volumen baja bastante, pero no lo suficiente como para no poder escuchar algo que me impactó tanto y escuché tantas veces que lo tengo grabado en la cabeza, y quién sabe si cuando me esté muriendo y mientras delire agonizando, no me saldrá la terrible cantinela que se concentraba allí, para terrorífico espanto de los que me rodeen, si hay alguien rodeándome en ese ineludible instante final.

Bien, lo primero que se oye es la voz del ahora ex rey Juan Carlos I, que con su levemente aflautada y entusiasmada voz, dice nada menos que la siguiente frase de gran Jefe de Estado: “Emocionado y entusiasmado de ver que nuestra furia española ha salido al campo y ha jugao divinamente y hemos estao toda la familia pendientes hasta el último momento…” Creo, que luego una voz en off dice “Gora Euskadi Askatuta, Gora gu ta Gutarrak.” Y otras voces que no recordaba de memoria (la he tenido que escuchar al final) dicen algo así como: “Amor burrudi, visca burrudi”. Y otra que provoca casi miedo: “Qué grita esa voz de imperio si no es Franco, Franco, Franco”. Luego viene una señora con una voz de pito como la de esas mujeres ancianas que aparecían en “Cine de barrio” (Sí, alguna vez ha ocurrido el accidente de encontrarme delante de la tele mientras este programa era emitido en mis narices; desde que existe el mando a distancia, no tengo perdón de Dios) y lo que esta mujer dice me lo sé todavía de memoria sin tener que escuchar la canción, pues lo que ella dice y cómo lo dice, no tiene desperdicio: “Pensaron hacerme una ofensa y no pudieron hacerme mayor honor que considerarme vuestra madre; que considerarme la madre de todos los heroicos combatientes que en nuestros frentes de lucha, no vacilan en sacrificar su vida por la causa de la libertad”…Luego vuelve a aparecer otra voz en off, que creo que dice algo parecido a “Hay palabras que aceleran el corazón: Independencia es una de ellas”. Esto último no creo que sea completamente exacto, en la forma quiero decir; en el fondo sí.

El hecho de que yo no haya puesto ortodoxa y ordenadamente esas frases, es lo de menos. Porque al fin y al cabo lo que quiero señalar es que hoy todo el mundo se atreve a ser irreverente y pasarse cien pueblos y aquí no pasa nada, (salvo en cuestiones religiosas bestias, como cuando los yihadistas deciden vengar a Ala, por sentirse muy ofendidos por lo que consideran ataques contra sus ideas y a su Dios, por mucho que estos ataques no vayan más lejos que los plenamente humorísticos.).

De todas formas yo hago alusión aquí a los todavía muy escandalizables, (supongo que este último adverbio no lo daría por válido la Real Academia, pero ya que estamos en el tema de la irreverencia, repito, escandalizables) años ochenta. Nosotros no estábamos acostumbrados a cosas así. Nosotros estábamos acostumbrados a que las cosas fueran como se suponía que tenían que ser. Normales. Y aquellos grupos se salían del cauce. Y por eso nos gustaban tanto.

Afortunadamente pues, había vida fuera de lo que tenía que ser como Dios manda. Yo me asombré mucho al oír “Dena ongi dabil”, con ese impagable final, al igual que una vez que estaba oyendo con una de mis hermanas una canción del grupo Ilegales (también en los ochenta) y encontrándonos tan tranquilos escuchando algo “normal”, casi nos atragantamos y tuvimos que rebobinar la cinta cuando nos “pareció” entender que el cantante de Ilegales decía esta frase (en los años ochenta, no me canso de repetir): “Nuevos cantantes, hacen el ridículo en viejos festivales como Eurovisión.” Después de rebobinar, mi hermanita y yo constatamos que, efectivamente, habíamos oído bien y que lo que realmente se decía en esa canción, era exactamente lo que nos había parecido oír: Mi hermana me mira y me dice: “¡Qué pasada! ¿No?” Y nos quedamos un momento sonriéndonos, como preguntándonos “¿Pero esto se podrá hacer?” Pues se podría o no podría hacerse pero eran pocos los que tenían lo que había que tener para hacerlo. Ellos fueron los pioneros de la siempre sana irreverencia a convenciones tantas veces absurdas.

Claro, repetimos, si exceptuamos las consecuencias de meterse con iconos de religiones cuyos miembros más fanáticos no se andan con tonterías para cargarse al personal si se sienten atacados, hoy es fácil decir lo que te da la gana a nivel estatal e incluso occidental. Entonces, no. Aunque si me pongo a pensar, con el nuevo auge que se le dio a Eurovisión a principios de este siglo, y se le sigue dando, aunque menos, en esta época tan rara en la que vivimos, esa frase de Ilegales seguirá siendo ofensiva según para qué oídos ahora muy cool.

Siguiendo con Zarama, tuve el gran honor de conocer personalmente al cantante, Roberto Moso, que años más tarde de todo esto, tras contactar yo con él vía Facebook, primero en 2011, y por correo electrónico en 2012, se leyó un libro que me editaron unos amigos de entonces, y encima me hizo una entrevista a propósito de éste. Yo creo que todavía no había hecho ninguna mención de ese libro en este blog, no como otros.

Antes de que Roberto leyera el libro y me propusiera hacerme una entrevista al respecto, y como un año antes había escrito su dirección de email en el facebook, le escribí en 2012 a su correo electrónico; en principio para vacilar un poco, amistosamente, pero para vacilar. Le dije que unos amigos me habían editado ESO. El año anterior él se había leído unas páginas de ESO en word y dijo que enganchaba. Pero supongo que no siguió por cualquier circunstancia. En el email de 2012, lo que yo le decía a Roberto era que, si él decía (ni siquiera le dije que lo hiciera en la radio) que mi libro estaba bien, yo diría a todos mis contactos que “La radio encendida”, libro suyo, estaba muy bien, cosa que sigo pensando (será de los pocos libros que me he leído dos veces, y a veces mi cuerpo me pide una tercera lectura); y por cierto, cumplí mi promesa y dije a mis contactos que aquel libro era muy bueno. Porque lo es.

Él fue muy amable, contestó a mi email y me dijo que se lo mandara a la dirección de Radio Euskadi, y que le haría alguna mención en un programa literario en el que él toma parte. Cuando lo recibió le impresionó la portada y me prometió que se lo leería enterito, cosa que hizo y que nunca podré dejar de agradecerle. Para colmo, tras leérselo, me escribe dándome la enhorabuena, diciendo que es una historia entretenida a pesar del material dramático y que aunque le veía unos cuantos peros, lo consideraba más que pasable pues fue entonces cuando me dijo que querría hacerme una entrevista.

Lo de la entrevista (sus prolegómenos) fue una auténtica locura. Pero antes de hablar de esa locura quiero decir una cosa: estando en plena entrevista se produjo un comentario de Roberto antes de hacerme una pregunta y ese comentario me subió el Ego hasta Marte; que un tío con un sentido del humor como el suyo, al que he seguido por la radio y con el que me he partido mil veces escuchándole en su emisora, y cuyo libro “La radio encendida” me sacó unas cuantas carcajadas, me dijera en la entrevista, nada menos que, para él, lo que yo contaba en el libro estaba hecho con muchísimo sentido del humor, es el mejor piropo que me pudiera o me pueda echar nunca nadie. Con aquello toqué techo (en mi universo particular claro, pues como ni siquiera Dios gusta a todos, habrá gente para la que Roberto Moso no significará nada; para mí era punk, radio gansa, libros, la mejor diversión).

La entrevista que se me hizo a propósito del miles de veces nombrado escrito que salió a la calle, y que tuvo lugar en septiembre, octubre, o noviembre de 2012, tuvo un resultado bastante decente; a pesar de que me puse nervioso y como consecuencia de ello mi voz temblaba y yo hablaba muy rápido, las ideas se presentaron bien. Bastantes días antes de llegar a ese último momento de la entrevista, por poco vuelvo loco de antemano a Roberto Moso al que al principio le dije que sí, luego que no, luego que sí pero que en diferido y luego… Todavía me extraña el hecho de que no me mandara a freír espárragos.

El día en que nos encontramos Roberto Moso y yo, antes de la entrevista, creo que no dije una a derechas hasta que empezaron a grabarse las preguntas y respuestas ya en la radio. Claro, era la primera vez que me juntaba con alguien a quien yo admiraba por su talento, que admiraba mucho, y ese alguien me iba a hacer una entrevista sobre algo hecho por mí.

Ya digo que la entrevista salió bien, milagrosamente. De todas formas Roberto debió de alucinar en colores, después de la paciencia que tuvo conmigo y de haberme dado tantas facilidades. Yo creo que cuando hablábamos antes de la entrevista, él barruntaría algo así como, “Y a este personaje ¿Ya podré hacerle una entrevista decente con el terremoto que lleva dentro?”

Dos años después, en septiembre del año 2014, le hice una visita a Bilbao, que él aceptó con agrado, para mi satisfacción.

Dieciséis de septiembre de 2014, Bilbao, sol, la ría y un joven y 54 años.

Aquel fue un día muy bonito. Era una tarde de mediados de septiembre, casi me atrevería a decir el día, 16 de septiembre de 2014., ¿A dónde quieres ir? le pregunto en cuanto le veo. A ningún sitio, contesta. Antes de este intercambio, Roberto apareció en la cafetería de la estación de autobuses donde habíamos quedado, con una sonrisa de afecto que no olvidaré. Caminamos un poco y nos quedamos en un banco (de los de sentarse) frente a la ría, en otros tiempos tan sucia. Día claro, con un sol muy brillante y con un cielo completamente despejado. Hablamos entre otras cosas de cuál era la razón por la que yo no quería publicar una especie de semblanza o biografía de un cantante del que él es amigo. Yo lo tenía como conocido, pero me hacía ilusión cuando me decía, al finalizar sus mails “Ánimo, amigo”. Yo hubiera estado encantado de serlo si él hubiera querido

Lo curioso de todo esto (aparte de ser curiosa la cantidad de veces que utilizo yo la palabra “Curios@”, tal y como, curiosamente, ya he escrito en otros sitios) es que la semblanza que hice yo sobre ese cantante, ha servido como semilla de este texto que tienes, ante tus ojos, si has cometido el esforzado acto de llegar hasta aquí, desconocido, impagable o inexistente lector.

Volviendo al banco de sentarse, de los otros para qué hablar, enfrente de la ría con Roberto, diré que pasamos algo menos de dos horas de amena y tranquila conversación, que se produjo de forma fluida, natural y con bastante bienestar. Además le vino a saludar la mujer de un articulista al que yo suelo seguir por la forma divertda en la que habla de política. Roberto me presentó como amigo. Eso sí, nos acercábamos a las dos horas de compañía cuando empezó a caernos, casi sin transición entre el sol y la lluvia, un chaparrón algo bestia. Esa es la razón por la que yo fuera en aquellos tiempos a todos los sitios con una mochila de colegial. Dentro llevaba el paraguas. El paraguas se olvida, la mochila nunca. Ahora no llevo paraguas en ninguna parte, todos se pierden. Me pongo un ridículo gorro.

La canción que más me gusta de Zarama es la última de su último álbum (Binilo bala) titulada Urtain, o por lo menos habla de Urtain. Te pone los pelos como escarpias.



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