domingo, 3 de enero de 2016

ES LO QUE HAY

  Y, ante las acusaciones de pensar demasiado y ante "ordenes" o consejos de vivir más tranquilo, diré lo que viene tras los dos puntos: de veinte a 42 años no hice otra cosa que pensar, para solucionar una enfermedad que no se solucionaba pensando, sino al contrario; más que nada porque la patología se multiplica cuanto más la tocas. Sin embargo, el hecho de pensar, era voluntario y consciente, hasta que me dí cuenta del error. Hace casi año y medio que no hablo conmigo de MI tema, o por lo menos no respondo a mi neurótico alter ego, a pesar de lo cual consigue darme unas buenas palizas todavía. Y es que, veintidós años de hábito, crean, inevitablemente, una mecanización. La cabeza piensa y dispara obsesiones e ideas que provocan espaldas sudadas, como efecto colateral de la ansiedad de una mente que sigue y sigue y sigue elucubrando o poniéndolo todo en cuestión, con menos treguas de las que quisiera; creo que he dejado claro que mi mente  hace esto sin mi autorización y en contra de mis deseos.
         El mecanismo sigue ahí, a pesar de todo, y es peor que algunos dolores físicos. Mi psiquiatra dice, que si sigo haciendo las cosas como hasta ahora las he hecho, desde agosto de 2014 en concreto, al final, llegará un momento en que la maquinación y el tiroteo imparable de ideas y pensamientos en obsesión, terminará yendose, porque no me pongo a luchar contra ellos  y eso les quitará fuerza. No tengo nada claro el hecho de que eso vaya a ocurrir. Pero espero que así sea y no desespere, hasta que llegue ese momento. Porque si no fuera por la música que me llevo a todas partes, estaría mucho peor. Pues en general, en el fondo, y a pesar de todo, ya estoy tan "bien" como los que me rodean; o sea, no muy bien, pero respondiendo "Bien" al "¿Qué tal estás?" social.

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