miércoles, 14 de septiembre de 2016

TIEMPOS CONVULSOS


Yo no sé cómo viven los budistas.

Quizá sería bueno que yo diera tregua a la verborrea leída, escrita, pensada, declarada, expresada en rápidas comunicaciones. 

Quizá, yo  debería de dejar de estar conectado a todo lo que no fuera el instante, por mi bien. Sé que no es fácil, pero a veces, tras tanto descalabro, cuando llegas al límite vital, la vía fácil es mucho más eficaz que el brusco, retorcido, y complicado cambio, que crea más tensión.

Yo estoy  hiper-comunicado, por escrito, por imágenes, por todo tipo de vías de canales, internet (facebook, blogger, watsap, smartphone (no tengo, pero teniendo todos los otros medios, como si lo tuviera), mails, emoticonos, miles de cosas que me gustan al instante para pasar inmediatamente a otras miles de cosas que por lo visto también  gustan, además de libros que se compran y pasan meses en la mesilla etc...))

Vivo no en el fast-food, (comida rápida) sino en la comunicación intensa,  rápida e imposible de asimilar de forma natural y digestiva, metafóricamente hablando.

Yo he hecho callar al silencio y a la calma, no he querido saber nada del aburrimiento. Antes morir. Quizá el aburrimiento puede ser menos tormentoso que todos mis entretenimientos de los que he sido esclavo.
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Yo  estoy en un mundo virtual constante. Yo tengo  un cerebro-ego que analizo a cada rato; me pienso y me expreso y me difundo y me reciben. A todas horas. Y para huir de ese estrés, a veces, en pleno delirio, aumento a miles las mega-comunicaciones a todos los niveles. A veces, digo. Y por supuesto, para comunicarme, escucho mucho, muchísimo. Algo más que alguno.

No hay tregua. Ahora mismo, la palabra escrita, está quizá sustituyendo a mi vacío. Dudo de que la palabra sea la única arma de adaptación en el  mundo, la única forma de asimilar dicho  mundo.

¿Qué hay de los que viven en silencio y parecen tranquilos? ¿Qué hay de los que viven en sí, que tras largo tiempo de tedio y sufrimiento, se decidieron, poco a poco, a deshacerse de la palabra pensada y escrita, y lo consiguieron? ¿Sabemos algo de ellos? ¿Sabemos si son felices? o ¿Por qué pensamos,  que no pueden ser felices?

He asimilado muchísimos prejuicios que esta sociedad (tan liberal, moderna y democrática ella, tan progresista y correcta) me ha enviado. Me los he llegado a creer y en algún momento de lucidez he visto que el método propagandístico liberal ha conseguido endosarme dos mensajes contradictorios sobre ciertas cosas y que mi lucha interna no tuvo siempre origen personal. Muchos de los mensajes que nos mandan los Ana Rosas bien pensantes y SIEMPRE tan correctos e intachables, están llenos de prejuicios, contra los que ellos dicen  estar.

¿Sabemos si el llamado bienestar social trae bienestar emocional, espiritual, y bienestar de paz interior? Porque a mí no me lo ha traído, y vivo en el primer mundo (esta expresión, esa expresión...). Y estoy seguro que no es sólo por culpa de la enfermedad que padezco.

¿Ocurre eso, por mucho que "vivamos bien"? Y es que, "vivir bien", siempre ha sido tener mucho dinero para hacer viajes, acudir a eventos caros, poder hacer grandes compras, tenerlo todo, y llevar una vida intensa de agendas llenas de acontecimientos extraordinarios. ¿Piensa la gente que "vive bien" que  yo me creo eso? ¿Piensa esa gente que no podemos ver, en ocasiones, su cara de tristeza o frustración detrás de una superficie de sonrisa "todo bien"? ¿Me estaré equivocando?

Aunque quizá no hace falta ser tan radical y yo  necesite sólo  un descanso de todo lo que habla mi  mente al interior y al exterior. Y luego, reposado, vivir la misma vida pero de otra manera. Menos convulsa, menos compulsiva, menos rápida, menos tensa. Y en ese descanso  cogería pilas para ser libre interiormente y no necesitaría comunicarme con otros; en ese descanso la comunicación sería el sentirme, sin pensarme, y el pensamiento daría mucha paz si se tomase un descanso. Y se fuera un tiempo de vacaciones.

Tras ello, luego, al salir, como quien sale de un balneario, mucho más relajado, podré seguir en contacto (aunque bajando la velocidad y la tensión del contacto) y seguir en la sociedad en la que tengo que vivir, pero mejorado.

Quien dice que todo seguirá siendo igual (al hablar de sí mismo) no sabe que yo hace dos años comencé a vivir de forma diferente. No sabe que a pesar de los problemas que me ha provocado la escritura pública en los últimos meses yo ya no funciono igual. La solución a grandes problemas no viene dada, muchas veces, por grandes remedios; al contrario, es mucho más  sencillo; pero no se ve durante mucho tiempo, de tan simple y sencillo que es.

Considero que llevo más de dos años saliendo de un agujero de nueve (de 33 a 42 años, tengo 44), que fue precedido por siete años (de 26 a 33) en que yo no era yo, sino un personaje carismático que creía serlo, pues me lo decían, pero ese personaje no sabía que detrás había un joven lleno de miedo a la vida; muy inmaduro. Durante los cinco años anteriores a esos siete, de 20 a 25, mi vida fue una locura. Y aquí estoy.

Yo  cambio cuando dejo de luchar por cambiar violentamente, así que, pase lo que pase, este es el instante, en media hora creo que comeré, y a partir de ahí, ah, la vida es incertidumbre (a veces desagradable pero otras veces seguida por agradables sorpresas que uno nunca esperó). Pero es ahora donde estoy. Y es AQUI donde estoy en este preciso momento.

Y desde AQUÍ también deseo ser consciente de que estas teorías, aunque pueden sonar bien, se me pueden ir al carajo en la práctica en menos de una hora. Pero quizá NO.

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