lunes, 21 de marzo de 2016

SENTIR. NO PENSAR



Muchas veces, pienso hoy,  teorizar sobre la vida, sobre cómo ser felices, sobre cómo hacer para estar bien, es el camino más eficaz para ser más infeliz, sobre todo en casos patológicos. Te quedas con la palabra, no con el significado y su sentimiento; la palabra se convierte en un obstáculo entre tú y tu propia persona.
En quinto de básica me dijeron esto: “Oración gramatical es el conjunto de dos o más palabras que forman un significado completo”. Saqué un diez. Hoy es todavía el día en que me tengo que concentrar para saber qué es lo que dice esa frase, su fondo, su sentir, su concepto fuera de las palabras. Mi respuesta en el examen era la del loro. Dos o más palabras, pienso ahora. De acuerdo. Significado completo. De acuerdo. Ahora sí. 34 años después me he quedado con lo que había detrás de palabras “sabias”.

El único camino válido para mí es el de no razonar mucho los sentimientos, el de no ponerles un nombre que se interponga entre mí y mi ser. ("Pero si lo estás haciendo ahora", me dijo un amigo; no, ahora hago todo lo contrario, teorizo contra la teoría.) Algunos psicólogos o libros de autoayuda son sólo palabrería que provoca empacho. La raíz no es dialéctica. Esos psicólogos y autores de libros de auto-ayuda, seguro, o por lo menos seguro en algunos casos, no aplicaran esa teoría ni a su propia vivencia.

Dejarte sentir sin entrar a razonarle al miedo. Le harás más fuerte si discutes con él. Que esté ahí... Razonar con la obsesión, y esto ya lo habré dicho unas mil veces en otros lugares, es razonar con una pared. La obsesión y el miedo hacen daño, sí, pero se debieran de tratar como un dolor de rodilla; duele, mantén la calma. Hay psicólogos que no son capaces de ver patologías, y hacen sacar al paciente la obsesión encima de la mesa.  Estropeando más la situación.          
  Se intenta resolver la obsesión disfrazada de problema gordo o de gran problema. Eso es una locura. Te van a cobrar ochenta o más euros. Vas a salir igual, o con la tonta sensación de que has avanzado algo. Absurdos fuegos de artificio. Porque un psicólogo cabrón, cabrón sí, repito, los hay honestos (bastantes) pero un título de psicología nunca convertirá a nadie en persona honesta, un psicólogo digo, te dirá, resuelveme este texto, trabajatelo, y la semana siguiente seguimos con ello (total sólo son otros ochenta euros, y merecen la pena; no merecen la pena, son una pena); en las patologías lo mejor que hacen los psiquiatras es evitar al obstáculo del psicólogo que te hará pensar todavía más. 

         Palabras no, no más, no más teorías bonitas que te ilusionan un momento, como una chuchería psicológica, pero que al quedarse en palabras, no sirven para nada, se acaban, y la cabeza pide más chucherías en una búsqueda sin final y llena de frustración. Siente, siente este dolor, siente este vacío, siente el malestar de las cinco de la tarde; y no intervengas, no trates de solucionarlo, no razones con la ansiedad y la tristeza en forma de miedos, ni con los impulsos, ni con aquella persona que dijo X y que se va a enterar. Mejor que no se entere de nada, mejor que te enteres tú, que ese pensamiento no es digno de darle ni media vuelta; sigue a la vida que tienes delante, no a ese pensamiento. Ofrece tu cara al vacío. El vacío se irá.

 

        

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