domingo, 13 de marzo de 2016

EN DEFENSA DE LA INOCENCIA QUE ME QUITARON

        
        En  el año1997, un "loco" me dijo una verdad como un templo, cuando yo le dije que me encontraba muy mal. Él me dijo lo siguiente: "Tú, tú eres un mimoso, tú lo que quieres es tocar la guitarra y que los demás te demos palmaditas en la espalda y te digamos qué bueno eres Antxon, qué bien lo haces, qué bien todo; tú seguro que le has querido mucho más a tu madre que a tu padre."  Era verdad. Es verdad. Pero como yo no estaba preparado para escucharla, al buen hombre le dije: "Y tú eres un pedante que te crees que...y además..." Ay, el orgullito.
    
        Y si digo esto es porque esta semana me observo con estupor subiendo al Facebook cualquier cosa, buscando "me gusta"-s desesperadamente, buscando el halago, buscando que me alimenten el ego.
      Para ser del todo justos, tengo que decir que he entrado en una fase en la cual, la ignorancia de los demás ante mis historias, la ausencia de halagos o "me gustas", no "me disgusta" mucho. Lo cual me sorprende y me tranquiliza. Pero el mecanismo de tener que agradar a los demás y gustar sigue puesto en una marcha absolutamente  absurda, a la que yo obedezco. Ya se irá, como, para mi sorpresa, se han ido otras cosas, al dejar de luchar contra ellas...
   
           Todo esto, además  de la influencia de mi vanidad, tiene cierta explicación. A mí me pusieron de nombe Antonio, así fuí bautizado, en honor de mi tío misionero en la India, que, sobra decir, se llamaba así, y del que estoy seguro de que era buena persona; ahora bien  siempre me  hablaron de él  en terminos  parecidos al del "olor de santidad" con el que parece que fallecío. Llegaron a decir, de forma absurdamente aristocrática, que yo iba a ser su sucesor. Nada más nacer, y sólo por el nombre.
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         Al niño que yo fuí se le exigió que fuera lo cariñoso, bueno, bonito y gracioso que parece que fue hasta los cinco años. Se le exigía que repitiera los chistes que habían hecho gracia, y,  muy peligroso, que se le reían siempre. Este niño, ya con trece años, tenía pánico a suspender una sóla asignatura, para no decepcionar a los que querían que siguiera cumpliendo con lo que se supone que él (yo de pequeño) tenía que ser: alguien perfecto.
        
               Hasta que enfermé (porque además de lo psicológico había un claro factor genético anímicamente desestabilizador (unos cuantos precedentes familiares), mezclado con lo psicológico, pero con claro origen orgánico)) a mí, por parte de una rama familiar se me dijo, demasiadas veces, la palabra triunfar, y de forma nada sutil. Por suerte ahora siento que esa palabra no tiene demasiado que ver con la opinión de los demás hacia tu persona; pero ahí sigo, obedeciendo a los mandatos del pasado. Por si fuera poco, hasta hace dos años yo tenía un concepto de la conciencia del deber absolutamente devastador. Devastador, sí, porque sólo pensaba en "lo que tenía que hacer" y además, lo debía hacer bien.  La áutopresión era tan intensa que no conseguía hacer lo que supuestamente "tenía que hacer"; y ahí llegaba una culpa y un autocastigo dignos de llamarse torturadores brutales.
 
       Puedo entender perféctamente cómo pudo influírle a Kurt Cobain la separación de sus padres a sus 7 años. Evidentemente no todos los que tienen horribles infancias (en mi caso, pasé por la adolescencia sin dejar de ser niño) terminan como él. Tenía una enfermedad, se metía heroína y estas dos cosas unidas a sus traumas familiares crearon en él un cocktel tan brutal que lo mandó a la muerte. Y por supuesto si queda gente que quiere ser Kurt Cobain todavía, debe de saber que este hombre no sólo no disfrutaba en sus últimos conciertos, sino que iba a ellos como quien tiene que fichar en el trabajo y hasta le disgustaba que lo alabaran. Y sufría todo el tiempo.
      
           Mucho cuidado con aplaudir a los niños. Aplaudirles y alabarles no es quererles, que es lo que importa. Si se les quiere, de hecho, debería haber prudencia y no calificarlos constantemente, no admirarles, sino quererles. Si se les aplaude más de lo justo, se les puede crear un problema futuro bastante gordo. Los niños son niños, y hay que dejar que lo sean. No se debe de confundir "me gusta" con "te quiero". Pero ahí entraríamos en cómo nos han educado a todos en occidente y eso sería ya otra historia. Sólo apuntar que el actor Alberto San Juan, dijo que se hizo actor, entre otras cosas, porque pensaba que así todos le querrían mucho. Luego vio que eso no era así
          
       Pepa Flores terminó harta de que quisieran que fuera una Marisol que no creciera nunca. No concede una sola entrevista y le habrán ofrecido millones; de entrevistas y de dinero. Supongo que sufrió mucho cuando no le dejaron abandonar la niñez.
 

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