miércoles, 7 de octubre de 2015

ELLAS DOS

            
           Estuve en el Sanatorio (o psiquiátrico) de Usúrbil tres meses y medio de 2013, en concreto de principios de Enero hasta mediados de Abril de dicho año, para bajar medicación. No se pudo bajar el número de pastillas que tomaba entonces, a pesar de mi genial doctora María Rodríguez.
         Como apunté en otro escrito, en un centro psiquiátrico se dan  todo tipo de experiencias, consecuencias e interpretaciones. No hay milagros, pero yo aprendí cosas, sobre todo en las terapias de grupo, las cuales, por cierto, me parecían  inservibles y pueriles, antes de participar yo mismo en una de ellas, obligado por mi doctora... Porque yo sólo conocía las terapias de grupo por películas, en las que los guionistas y directores, de alguna manera, se burlaban de dichas terapias, y hasta de los personajes que las formaban. Éstas películas me producían  muchas reticencias y prejuicios hacia ese tipo de terapia a la que yo no quería ir, pero me mandaron ir.
  Y sin embargo me hizo bien más de una vez. Una joven ingresada me ayudó mucho de forma indirecta, en dichas terapias; ya desde el principio le había cogido cariño. Ella me ayudó sin darse cuenta; o  quizá sí se dio cuenta.
Un día aciago de los muchos que pasé allí,  sintiéndome en dicho día completamente destrozado y creyéndome el ser más pequeño, inservible e inútil del mundo, en fin, un ser fabricado de una forma tan anómala que en consecuencia iba a resultarme inevitable vivir con un sufrimiento absolutamente inaceptable, (coge aire lector), me encontré por casualidad en plena terapia de grupo y empecé a pensar en alto, porque ya me daba todo igual.
Y ahí estaba yo, rodeado de compañer@s ,  y de un psicólogo que moderaba el grupo y  lo cierto es que no me corté ni un pelo (no había nada que perder, porque yo lo daba todo por perdido) y en aquel momento de terapia, dije cosas que insinuaban o decían directamente, algo muy parecido a las agradables ideas y sentimientos que señalaba en una frase anterior (destrozado, inútil, pequeño...) añadiendo además que no solía querer salir de la cama por pánico a mí mismo, a mi propia existencia atormentada. La chica que he nombrado arriba y otra más joven (ésta última fue la primera en hablar) tuvieron el coraje de decir que ellas sentían LO MISMO. ¿Por qué tendrá que ser así?. Pero no estaba solo y eso me produjo no poco alivio. Nos abrazamos al final. Cuánto me acuerdo de ti, chica con distimia (depresión crónica de difícil tratamiento). Cuántas veces me acuerdo de ti. Y de ti también, con veinte añitos y esa cara de buena niña que tenías; porque resulta que lo eras.
. Yo ya ando muy bien, (aunque con más pastillas de las que quisiera); por qué no pensar que a ellas también les pueden ir bien las cosas.

 La jovencita que me lanzó el cable de sentirse identificada con mi situación, me dio un fuerte abrazo cuando me iba de alta, mientras me decía, con todo el cariño del mundo, con toda su alma, y casi susurrando, pero con mucha intensidad vital, la frase "Sé fuerte". La manera en que me lo dijo  todavía la recuerdo.  Ésa fue su despedida sin adiós; esas dos palabras; sé fuerte.  Lo intento Sara, lo intento. Lo que es "fuerte", es que una criatura como tú, tuviera que estar allí. Un beso para las dos os encontréis donde os encontréis.


 Se me hace muy necesario añadir una cosa: una de las chicas que me ayudó sufrió abusos sexuales de un amigo de su familia cuando era niña. Cuando lo contó en la terapia, rompió a llorar; y no estoy seguro, pero creo que era la primera vez que lo contaba ante personas que no fueran  especialistas o terapeutas. Lo que si es seguro es que esa chica quedó marcada de forma treméndamente traumática por aquellos abusos sexuales.Habían pasado muchos años, pero aquella atrocidad había creado una herida tal en ella, que dicha herida seguía sin  cicatrizarse. Se llegó a sentir culpable muchas veces pues no era capaz de asimilar racionalmente lo que le habían hecho. Los abusos sexuales a menores, pueden provocar un  dolor infinito durante años posteriores...

Esa chica fue una víctima atroz de lo que le hicieron. Estés donde estés, que puedas ser feliz, que te cicatrice o te haya cicatrizado  esa herida tan grave, acompañada además de una enfermedad cruel. Tú, preciosa, fuiste además tan generosa conmigo que considero que lo que me dijiste el día de la despedida, en medio de la última terapia de grupo, es lo más valioso que me haya dicho jamás nadie. Me gotean ya los ojos al recordar, que nada menos que TU, me dijeras que era muy fácil quererme. Por hoy ya ha sido demasiado.

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