jueves, 1 de junio de 2017

SIGUE LA OLA


Hace calor hoy en San Sebastián. Hoy he venido pronto a casa. A mi espalda, tras las ventanas, todo es verde (árboles) con fondo de cielo azul. Se me acaba de pasar por la mente que debería de escribir con la mesa mirando a la ventana, en vez de a la pared, y sólo con levantar la vista vería lo que veo al levantarme y darme la vuelta. 
   Me acabo de levantar; un par de pájaros silban, se oye un ruido parecido a una moto-sierra y el ascensor también hace un ruido lejano. Estoy aquí a las siete y pico de la tarde y no hay nada más que esto, que es un montón, pues no busco nada más; simplemente acabo de leer unos párrafos de una novela de William Boyd tras unos pocos poemas de una chica llamada Alaine, y las ropas encima de mi cama están algo desordenadas. Mi madre está en la cocina, feliz, de ver a los suyos bien. Lo que es una madre. Contenta sólo viendo bien a sus hijos. 
     Lo que es la vida. Nunca como te imaginas cómo va a ser, desde luego, pero ahora me acuerdo de lo vivo y de lo vital que me sentí ayer cenando con unas amigas y un amigo y digo, ¡bien!, qué me dices ahora de lo que decías a una joven psiquiatra el 17 de abril noche, en urgencias. Que siempre iba a ser todo igual y que estabas condenado etc etc etc. Te equivocaste de pleno. No sabes nada de lo que va a pasar en el futuro, es más, puede que venga ahora lo mejor de tu vida, la segunda parte, que en tu caso será la buena quizá, no como ocurre con las películas; entonces, si no sabes nada, como ha quedado demostrado en tus oscuros pronósticos, para qué preocuparte. Eso es lo que te provocaría una mala vida nuevamente: andar ocupándote de cosas que no controlas de antemano, para nada práctico y para quemarte mentalmente. A la porra pues. 

         Así que estate así y sigue la ola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario