miércoles, 17 de agosto de 2016

LLEGARAS MUY CERCA


Y SIEMPRE LLEGARAS A NADA
               


                             Prólogo

      Soy un hombre impaciente. No deseo cambiar. No sé si eso es así porque no puedo o porque no quiero. Pero este es mi sitio. Esta es mi ventana al loco mundo de los watsapps, facebook express, blogs-zumbados  etc…

        "Deprisa, deprisa, vamos tarde, hay que conseguir ese objetivo como sea. Y después el siguiente. Nunca agaches la cabeza, mantenla bien erguida, no te hundas, en pie siempre; para atrás ni para coger impulso, eso es, sí. Ponte un reto, lucha por él, camina, lo conseguirás. Ya verás. Tú puedes, no te detengas. El triunfo de la voluntad y la constancia está en tu mano; disciplina, más disciplina, así, no cejes, no te rindas, lucha, pelea, así, muy bien, observa la meta, si quieres puedes, tú eres quien decide, eres libre y con tu trabajo llegarás donde haga falta, llegarás a donde te propongas.  Podrás llegar lejos. Saldrás del agujero."

                 mentira.

              El mensaje pseudo-culturalmente liberal, el que vale para vender productos materiales e ideológicos, el que ES, ese mensaje, el que he entrecomillado, en mis vivencias, en mi vida, en mi individualidad o agujero donde quiero estar porque no puedo salir de él, y ya no quiero salir, es mentira. Y es un mensaje que se inventaron los norteamericanos más poderosos, el  sueño americano que nos consume día a día.
        
         “El capitalismo ha sobrevivido al comunismo, ahora se devora a sí mismo” debió de decir Charles Bukowsky.
              
         Esa frase no habla sólo de política sino de una manera de vivir a la que nunca he conseguido adaptarme, y ya NO DESEO adaptarme.   Eso es lo que yo pienso de ESE que “habla” en el entrecomillado. Porque no quiero convertir mi vida en una pelea de boxeo que se lee  entre líneas en ESE entrecomillado. Que es el amigo más traidor que conozco.

           Porque tú, el del entrecomillado, escúchame ahora: me gusta mi agujero y he decidido quedarme en él ya y con los que estamos en él, con los supuestamente excluibles, con amores que no juzgan y no exigen tanta tontería; porque no quiero conseguir ese objetivo al precio que sea. Ni a diez céntimos, ni regalado. Porque ha dejado de gustarme, hace demasiado tiempo, ESO. Porque no quiero ni puedo funcionar bajo retos, bajo luchas. “Vivir, sólo es eso, Vivir...” que decía la letra de un cantante.
            
            Porque ¿De qué me hablas cuando me dices que lo conseguiré? ¿Qué quieres que yo consiga por medio de la voluntad y la constancia? ¿Llegar lejos? ¿Eso qué es? ¿Si quiero puedo? ¿Siempre? Mientes. Porque ¿Qué debo de querer? ¿La libertad, el triunfo, la victoria? ¿Qué es eso? ¿No te das cuenta de que me hablas como un panfleto del liberalismo económico adaptado al día a día rutinario?  ¿Olvidas a dónde nos ha traído esa ideología ególatra y competitiva?

            Tú, el del entrecomillado, no sabes de lo que estás hablando, no sabes nada de mí, no sabes más que algunas palabras que yo escribo (aunque me hayas leído cientos de ellas) pues son sólo palabras; tú me castigas porque me castigo, tú me riñes para que no me riña, me dices que pase de todos pero por lo visto tú no lo haces con respecto a mí. Porque no pasas de mí. Te engañas. Y a pesar de ello te quiero, especialmente a la última persona que me mandó ese tipo de discurso. Ella merece todo mi cariño. Ella sí, sus ideas no. Ella. Sólo ella.

           Pero eso sí. Hay que ser agradecido con los que tratan de ayudarte y yo, pido públicamente perdón a aquellas personas que trataron de ayudarme, pero al sentirme atacado (cuando me daban consejos de forma brusca que yo interpretaba como ataques, cuando en el fondo sólo querían ayudarme; casi siempre) reaccioné de forma muy inapropiada ante ellos. 

          Lo que ocurre es que llueve sobre mojado. Qué digo, llueve sobre una inundación de veinticuatro años y ya no deseo más ayuda; son demasiados años con la misma canción y yo deseo silenciar ya esa canción; yo no pido la ayuda que se me ofrece; yo quiero ser yo y no tener más referente psicológico que yo mismo. Estoy cansado de los consejos. No deseo más consejo que el que pida en alguna cuestión no personal.

         Insisto de todas maneras: Pido perdón a aquellos que trataron de ayudarme, y reaccioné mal ante su ayuda, porque yo  consideré ese tipo de ayuda como una ofensa. Y lo reconozco, me equivoqué al ver una ofensa donde sólo se quiso ayudar bastantes veces, y pido perdón nuevamente a quien contesté de forma inapropiada. Tres veces lo he dicho. Tres. 
        
        No siempre fue inapropiada mi respuesta a la “ayuda” de todas maneras. Pues hay personas intolerantes con sus defectos y cuando los ven en otros, por ejemplo en mí (más que nada porque desnudo mi alma casi totalmente), van a por mi persona pensando que  deben ayudarme, no tolerando mi pensamiento, no tolerando mi actitud ante mi persona, no tolerando mis ideas, no tolerando mi forma de ser, no tolerando cosas provocadas por una enfermedad cuyo engranaje químico juega con mi estado anímico. Enfermedad de la que nada saben. Sólo están hablando de ellos y no lo saben. Y se engañan diciendo que quieren ayudar, cuando en multitud de ocasiones ellos no son capaces de ayudarse a sí mismos. Los del "espabila cojones" son personas que nunca espabilan; y para espabilar respondiendo a los mandatos que una sociedad absolutamente disparatada nos manda, una sociedad que ha perdido el norte, prefiero no espabilar.

              Aquí empieza un libro, que se irá publicando cada dos, tres, una o X semanas, por pedacitos. El título del libro es el que está arriba del todo. Evidentemente.
           
             Citando a un gran escritor que plagió mis propias ideas, repito por última vez: “Como trato de hacer literatura (aunque muchas veces no lo consigo) autobiográfica, y solía hacer reflexiones no literarias, me tengo que defender del daño que me hace la gente que, pretendiendo ayudarme, se mete en mi vida cuando yo no  pedí consejo alguno. Y hay personas que me hieren a pesar de pretender ayudarme. Por tanto, en aras de mi estabilidad no debo de mirar las reacciones (me gusta, me encanta o me parece una porquería) o notificaciones-comentarios que se hagan al respecto de lo que yo vaya escribiendo (sean halagos o insultos), pues no soy capaz de sobrellevarlos sin sentirme MAL.
             Y me gusta escribir y si hago pública mi escritura, sé que la gente tiene derecho a criticarme, sólo que yo también tengo derecho a no leer esas críticas pues no le debo nada a nadie y porque esto lo hago gratis. Ni siquiera miraré los comentarios que se hagan dentro del blog; en evidente consecuencia no podrán ser respondidos. El escritor Javier Cercas dijo una vez que Internet era extraordinario, pero que ante vídeos suyos, aprovechando los nicknames del anonimato, mucha gente llegaba  a insultarle, o a hacer críticas muy agresivas y por eso no miraba las críticas de la gente hacia él en Internet, pues era muy desagradable. Lo mismo digo yo, en versión mucho más minúscula.
        
          Por último: tengo el atormentador DEFECTO de castigarme, y aunque de dos años a esta parte estoy empezando a VIVIR, ese DEFECTO, que lleva años mecanizado, no se quita de un día para otro, como el de la exagerada auto-exigencia; son mecanismos que llevaban y llevan muchos años torturándome, desde los 13 años; tengo 44; hay gente que me castiga porque me castigo. Hacerme ese comentario es como decirle a un ciego que tiene que VER y que abandone la ceguera ya…¡¡Qué más quisiera yo!
          
               Y NO. Yo no creo en la autoestima (es una cosa demasiado relativa sobre la que pudiera extenderme bastante, pero no quiero); de hecho, de existir eso que llaman autoestima, mi problema no sería que la tengo baja, sino tan alta que me provoca fragilidad, pues al mínimo golpe a mi orgullo hiper-sensible, esa autoestima, de tan alta e inflada que podría estar y que también podría llamarse ego (si lo de la autoestima fuera creíble, que para mi no lo es) al estar tan alta,  al caer desde los aires más altos, provocaría,  y de hecho lo provoca, mucho más dolor que lo normal (suponiendo que lo normal exista, que NO) en estos casos. Y yo tendría esa autoestima, repito, demasiado alta. No creo en psicólogos. Menos en las opiniones de gente que no sabe qué es una enfermedad psíquica.”
        
          Suscribo lo que se dice entre comillas. Perdón por pedir perdón. Perdón por ser como soy. Perdón por haber escrito las tres frases anteriores. Y gracias por dejarme VIVIR  de una puñetera vez….

               HASTA PRONTO.


No hay comentarios:

Publicar un comentario