miércoles, 30 de septiembre de 2015

CUENTOS NIHILISTAS O DERROTISTAS



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GAZMOÑERIA, BUENISMO Y GUSTOS


    Chéjov, escritor ruso de finales del siglo XIX (murió en 1904) está considerado por los autores y críticos más duros, y consecuentemente más inteligentes (bueno, lo dejaremos pasar) como uno de los mejores escritores de cuentos literarios.

           Roberto  Bolaño, que a pesar de haber alcanzado la fama con "Detectives Salvajes" (novelon de unas seiscientas páginas) era otro gran cuentista (entiéndase la palabra por quien escribe cuentos, claro), tenía a Chéjov en los altares, y así lo tiene también al escritor Raymond Carver (que, sobre todo, escribe también cuentos). Este último también parece ser seguidor de Chéjov de forma indirecta. Resulta que Carver dice, sobre Richard Ford, que es el mejor escritor vivo (si es que Ford sigue todavía en ese estado en este mismo momento) y Ford, que ha escrito novelas y cuentos, considera a Chéjov como al gran maestro del cuento a pesar de ser un admirador tardío del ruso.

                 En un libro de una editorial llamada “The Ecco Press” se publicaron veinte cuentos que Ford escogió de entre los más de seiscientos que escribió el ilustre y clásico ruso Anton Chéjov. La reseña de la contraportada de este libro dice: “El genio de Chéjov estalla en esas pinceladas, retazos de vida crepusculares, pesimistas (qué guachi), a veces irónicos y siempre lúcidos, reflejo de una realidad que comienza a disolverse envuelta en su mediocridad y falta de aliento”. Es alentador leer esto, por eso he dicho la chorrada del “qué guachi”. Pero hay que comprender a Chéjov. Este hombre no estaba cegado por ningún tipo de creencia o de moral ortodoxa ni heterodoxa, y por eso escribía desde el rechazo hacia la finalidad moral de las obras tradicionales, donde podría estar Tolstoy bastantes veces. Por cierto, no he leído casi nada de ellos, pero sí más que un poco a los sabios o no sabios que escribían y escriben sobre  ellos. Aunque "La muerte de Ivan Illich", novela corta de Tolstoi es, para mi gusto, una genialidad. Ese libro sí me lo leí, como es obvio.

             En otro libro de cuentos de Chéjov, en el prólogo anterior a dichos cuentos, alguien hablaba de que las historias de Chéjov partían de unos personajes abocados a un desasosiego que la historia del cuento no resuelve. No resuelve nada, en contra de los finales felices de muchas películas y hasta de muchas novelas. Y por lo visto ahí está la grandeza de Chéjov; en contar cosas cotidianas y normales de forma genial y con maestría, a pesar de la insulsa y mediocre vida de sus protagonistas, o incluso gracias a esa mediocridad o desasosiego permanente sin resolver. Esta última frase no pretende desacreditarlo ni de lejos. Aunque me asusta.
        Roberto Bolaño,  es, dicen, un genio, sobre todo  ahora que ya está muerto; y como ya he dicho antes sigue la tendencia de Chéjov; y también la de los otros grandes o minúsculos seguidores de esta tendencia de tipo "rutina tediosa" o de "desasosiego sin resolverse en fáciles y felices  finales"; a mi los cuentos de Bolaño me gustan un poco y a la vez no me gustan nada.
         Bien, mis escritos  no eran así siempre; por lo menos en siete o más casos de los reunidos en “Hacia fuera”. Pero otros, eran todavía más duros. Digamos que empiezo a controlar y a distinguir mis sombras atormentadas de mis estados soleados y de libertad interior, y eso se refleja en mis escritos (a veces lo veo todo muy bonito,  (pero con reservas) y  otras veces me invaden los tormentos)).  

         Yo, que soy más grande que Chejov (de estatura física), en  ciertos casos, no  huyo de la finalidad moral de cada historia. Me la  encuentro casi sin darme cuenta, y no la rechazo. (¿No seremos, de alguna manera, unos cínicos, cuando decimos, SIEMPRE, lo de “Hay que ser positivos” mientras luego se ensalza a melancólicos imperturbables?)
        Lo mío, pues,  en esos textos soleados, sería por tanto una “insoportable gazmoñería sensiblera; desagradablemente sentimental, en fin” Un ridículo buenismo que quiere tapar el sol con un dedo; una bonachonería fuera de lugar, pues en el fondo soy un cabrón, y la vida es una mierda que debemos de reflejar como tal, aunque yo no lo haga en varios de mis escritos y círculos sociales.

              Lo dicho en el párrafo anterior, sinceramente, no sé si es verdad o no. Pero Chesterton tenía brillantes y luminosos finales, que gustaban al mismísimo Borges. Gustos.
      No me extrañaría que alguien pensara que  a ver cómo me atrevo a compararme o cuestionar al ilustre Chejov o poner como ejemplos a Chesterton o a Borges, cuando hablo de mí. Ese alguien no ha entendido. O igual sí, y soy un idiota y un soberbio integralmente estúpido. Todo puede ser.
                                           .

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