viernes, 27 de noviembre de 2015

LET ME IN / DEJAME ENTRAR (1)



     

La verdad es que, en el fondo, a mí no me gustaba la música de Nirvana; fue un grupo musical de rock (dentro de las múltiples interpretaciones y posibles variantes del término que rodean a esa palabra en negrita) formado a finales de los ochenta; y tampoco tenía mucha simpatía por su cantante, Kurt Cobain. Al tipo de música en el que se encasilló sobre todo a Nirvana y a Pearl Jam, se le llamo Grunge, y se dice, o por lo menos lo dice Wilkipedia (que es un lugar al que, según algunos sabios, no hay que acudir, por ser superficial y a veces inexacto) que esa palabra, “Grunge”, proviene de una pronunciación relajada del adjetivo “grungy”, jerga usada en ingles para decir “sucio”. Este encasillamiento en esa etiqueta, que también se sustituía a veces por “sonido de Seatlle”, no gustó nada al ser rebelde y rabioso que era Kurt Cobain; por lo menos en sus últimos años; se ponía camisetas en donde estaba escrita, en ingles, claro, la frase “El grunge está muerto.” Wilkipedia dice también que lo que hacían los grupos “Grunge” era un subgenero del rock alternativo influenciado por el punk y otras tendencias. Ahí lo dejaré.
En abril de 1994, cuando Cobain decidió acabar con su vida de un disparo en la cabeza, la historia me llamó la atención. Leí sobre el tema. Cobain pasaba periodos terribles de depresión (yo ya había empezado con el tema dos años antes).
Recuerdo el comentario que hizo una persona que yo conocía por entonces, sobre el tema de la muerte de Cobain, cómo no.
Todo el mundo opina. El individuo tenía unos diez años más que yo, o sea, treinta y tantos, y comentaba sorprendido: “Yo no lo entiendo; lo tenía todo, musicalmente reconocido, famoso en el mundo entero, millonario, mujer, hija, todo, lo tenía todo”. Eso era todo pues. Si tienes eso en el año 1994, ¿Cómo se te ocurre abandonarlo? ¿Eres idiota o qué? Afortunadamente, en 22 años, las cosas han cambiado mucho en esos aspectos; la depresión grave y sus horribles estragos se han comenzado a tratar y sobre todo a difundir y a comprender muchísimo mejor que entonces; y es que Cobain padecía, lo digo por segunda o tercera vez, muy severas depresiones, aparentemente ilógicas (¿o no lo he dicho? no voy a ver); resulta que estas depresiones eran alternadas en otras épocas con euforias claramente ilógicas. Trastorno bipolar. Personalmente añadiré una cosa. Puedo asegurar que a nivel afectivo y material lo he tenido TODO. Pero aseguro que ese TODO, no es NADA, si uno está sufriendo una depresión cruelmente agresiva.
 Antes de que Cobain se matara yo ya conocía a ese tío. De hecho sólo usaba su música, cuando estaba absolutamente desesperado. Digamos que lo hacía cuando mis sentimientos tocaban, o abrazaban totalmente, el pánico interno. Sólo entonces…Bastante significativo. Hace muchísimo tiempo que el cuerpo no me pide dosis de Nirvana. Respiro…Y ya era hora, porque cada semana que pasa mi respiración sigue progresando, en positivo, claro. Aunque hoy tengo un día fatal.
Sobre el tema del suicidio debo decir una cosa: nunca, nunca, calificaré moralmente a nadie que lo ponga en práctica.
En realidad, afortunadamente, en eso también se ha avanzado, y hoy, a diferencia de tiempos más remotos, casi nadie se pone a calificar moralmente el acto suicida. He dicho casi nadie, siempre queda gente que lo sabe todo sobre todo. La cobardía y eso.
Pero la generalidad se da cuenta de que la vida no es tan simple como para reducirla a unos parámetros demasiado concretos; por suerte, ahora se moraliza menos.
Lo que siempre me ha parecido una tontería es algún comentario suelto por ahí del tipo “No se te ocurra hacer una tontería” refiriéndose claramente a lo que ya sabemos. ¿Y es que, cómo se puede denominar a algo tan serio con la palabra “tontería”? Otra cosa es que no sea de aplaudir... Pero ¿Una tontería? Uno simplemente, se larga del mundo por diversas razones; a veces de forma natural y hasta racional y otras en medio de muchas dudas y luchas internas (las interpretaciones reprobatorias desde la sacralidad o la dignidad de la vida humana o, lo que es peor, decir (¿Desde qué tipo de autoridad moral?) que la vida es un deber además de un derecho, me parecen un desatino de un calibre tan bestia  que no tengo adjetivos suficientes para concretarlo; y es algo de lo que ya hablé y me vuelvo a repetir; pero no me importa repetir esto; aparte de que ni justifico ni condeno el acto suicida)).

Cobain forma una banda en la que expulsa toda su rabia e insatisfacción provocada por el sospechoso sueño americano (o por sus propios problemas personales, no quisiera caer yo tampoco en supuestas trascendencias sin cuento). Ataca duramente y se ataca a sí mismo en sus propias letras. Mucha, muchísima rabia. Y lo convierten en un héroe. La voz de una generación angustiada, la generación “X”. Y tiene millones de seguidores. Todo esto, a Cobain, parece gustarle a veces, pero en otras ocasiones, esa fama desmesurada parece ponerlo a cien. Humanamente el hombre no parecía un dechado de virtudes (yo mismo tampoco lo soy), fue una víctima de sí mismo, su enfermedad y sus circunstancias, entre las que estaba la letal heroína.
Hay algunas personas que opinan que Cobain no supo asimilar el éxito y eso le llevó a la catástrofe. Puede ser. Pero como ya he dicho (¿otra vez repitiendo perroflauta literario Rabella?) Cobain tenía una enfermedad grave y no soportaba su dolor. Siendo famoso o triunfador o no siéndolo, el sufrimiento es igual para todos. Y ha habido bipolares célebres (Virginia Woolf, Ernest Hemingway y otros) que se han suicidado. Pero también  hay muchas personas anónimas con este trastorno. Nosotros podríamos ser bipolares vulgares y corrientes. No lo sé. 



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