Para aquellos a los que vivir no les compensa; ellos que están encerrados en el infierno de su enfermedad, encerrados en un psiquiátrico. Ellos que son cachos de pan; maltratados por la vida. Incomprendidos. Día a día en el infierno sin tregua. Ellos, que no merecen nada de eso. Ellos, cuya presencia dolorosa llena de pánico interno reflejado en el rostro, molesta. Ellos, que además de no poder ser como se debe ser, viven horrores diarios y sueñan con descansar; si me muero todos los problemas desaparecen, me dijo uno de ellos.
“Anda con el niño, los demás también tenemos problemas pero seguiremos; hay que ser fuerte y valiente”. Bien, ese no es asunto de esas personas a los que se lo decis porque no me creo vuestra integridad moral. No me creo que sigáis por virtud. Seguís, sí, pero porque pensáis que todo se arreglará y que ya pasará la racha mala y estáis ilusionados con ese algo. Vosotros no sabéis que aquellos a quienes decís esto no ven ninguna salida. No sabéis que piensan, traicionados por una cruel enfermedad, que ellos van a seguir igual siempre. No me habléis de virtud o de que la vida es un deber además de un derecho. No os creo; vosotros queréis vivir porque le sacáis algún jugo. Os mentís y pretendéis que os creamos.
Pero aquellos de los que hablo no le ven sentido a nada, no le ven sentido a seguir ni un minuto más vivos. Piensan que la vida no merece la pena, que es demasiado, demasiado, y que no pueden, que no pueden hacer el esfuerzo que les pedís. Y que están en un agujero negro, solos, rodeados de multitudes incoherentemente alegres desde su punto de vista. Ellos no entienden cómo la gente puede reír, cómo tienen ganas de hacer cosas, que ellos además de no tener ganas, no pueden hacer.
A vosotros que estáis en la oscuridad y sólo véis oscuridad. A vosotros un abrazo; de vosotros me acuerdo en los despertares más infernales. En los despertares de catástrofe interna absoluta. De vosotros me acuerdo; que estáis desarmados y nadie quiere saber nada de vosotros, y vuestra existencia se hace molesta para los que os rodean, pues no quieren malos rollos. A vosotros, en vuestra soledad os mando las pocas fuerzas que tengo con todo mi amor deshecho en lágrimas. Vosotros, vosotros sí que me importáis. Los demás dicen que están muy bien. Que sigan así.
Yo deseo que me escuchéis, que sintáis que en este momento puedo entenderos sin hablar, puedo saber qué es eso que lleváis dentro. Los psiquiatras, psicólogos, asistentas, monitores etc no pueden saberlo por muy buenas personas que sean. A vosotros os quiero. Mucho. Muchísimo. Fuera de toda barrera y por encima de todos los dolores más altos. Yo os quiero. Sentid el dolor. dejad que caigan la lágrima, recibid con fuerza a quien se digne a daros un abrazo. Quizá nadie quiera daroslo, como si fuerais leprosos. Yo quiero dároslo y recibid en vuestra impotencia, que mezclada con la mía nos da descanso en el abrazo y nos hace uno en el dolor y ene esos breves instantes nos sentimos menos solos. A vosotros todos, que os preguntáis qué sentido tiene todo esto y que es absurdo, que ya no podéis más, que es un castigo infernal. Tenéis razón. No lo merecéis, no tenéis por qué estar así, pero lo estáis.
Os metéis a la cama felices, os despertáis en Auschwitz; psicológico claro, claro, obviamente psicológico...Por supuesto, no sabéis enfrentaros a la vida, no sabéis hacer frente a las dificultades. Mandad internamente a la mierda a la ignorancia de quien os dice esas cosas. A ti Carlos que buscaste el tren como salida, a tí Pello, a todos para los que vivir es morir. Que sepáis que me acuerdo de vosotros en cada despertar infernal. Con vosotros, por vosotros, para vosotros y gracias a vosotros yo soy. Sólo por vosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario