viernes, 13 de mayo de 2016

CARTA A MI MISMO


AVISO: SON COSAS QUE ME DIGO A MI MISMO.

Por tanto quien quiera encontrar cosas universales en mi pequeña individualidad, lo más seguro es que no las encontrará. El que quiera leerlo, que lo lea. Yo sólo digo que a alguien le puede ayudar, y a muchos les parecerá una perdida de tiempo esta lectura. Avisadísimo quedas querido lector. Si te sientes decepcionado o si a pesar de lo que digo, te lees esto, la consecuencia ya queda bajo tu responsabilidad, de la que no me hago, valga la redundancia, responsable. Hay además demasiadas repeticiones. Creo haber hablado claro.



       Lanza, lanza, lanza, desde la impotencia de tu dolor y tus lágrimas, lanza, no pares, olvida tu orgullo, deja caer tus lágrimas, olvida tontas rencillas, olvida lo que otros dicen o hacen al respecto, olvida que te sienten mal esas cosas, olvida a los que te dejan, y en este momento, en este mismo momento a los que están cerca y te quieren, también déjalos aparte. Apóyate sólo en ti. Sé tu mejor amigo.
   
           No hagas caso de la ira, no hagas caso de los mensajes del orgullo, no te pongas contento cuando te idealicen y digan que eres un crack (mentira), no te pongas triste cuando te sientas mal tratado pues te dicen que así no vales o que haces o dices mal algunas cosas (mentira también).
     
          Walk on. Sigue, déjalo  todo atrás. Todo lo que se supone que debes de hacer; pues eso lo supone tu cabeza, y no sólo lo supone, sino que te ordena cómo debes de reaccionar.
   
           Tony de Mello decía que nos habían metido una droga muy peligrosa desde pequeños: la necesidad de afecto. Se atrevió a decir que no necesitamos nada de eso; que se puede ser feliz sin eso, que él había conseguido no depender de eso (que le querían, pues genial, que no, genial también); decía que es un descanso que no tengas que impresionar o seducir de cien mil maneras, llamar la atención de otros para que nos quieran, (todos, todos lo hacemos) que no tengas que responder a tu yo ideal, que seas tú, que te olvides del peso de tu orgullo herido cuando cambien (de la noche a la mañana) del halago de la idealización, a la bronca y enfado ante tus críticas; críticas que no te aceptarán, así que ni te molestes en hacerlas más. No merece la pena hacer caso a tu orgullo y por medio de ello ponerte a discutir con el orgullo de otros. Herirás y te herirán más.
     
           Sigues valiendo lo mismo, digan lo que digan, cuando te dan besos, y cuando te ignoran, y hasta cuando te puedas sentir despreciado por gente que te idealizó, no necesitas ni una cosa ni la otra. Ni amor, ni sufrir por que te desprecie alguien. No necesitas hacer lo segundo. No lo hagas. Y si no puedes evitarlo, no pasa nada. Perdónate por no responder al exigente ideal social constantemente.
           Se puede vivir sin el afecto de otros decía un de Mello convencido. Tengo que intentarlo y lanzarme al vacío de sus palabras pues la necesidad de afecto y de sentirte bien cuando lo recibas y al contrario, responde sólo a una cosa:  tu cerebro programado; ese es el que te dice que te tienes que sentir bien cuando te dan un notable de afecto y  esa tontería que llaman reconocimiento; es tu cerebro programado el que hay que desprogramar; es tu cerebro programado el que te dice que te debes de sentir  hundido cuando sientas (a veces equivocadamente) que te hunden o que no te respetan; pasa de tu cerebro programado....Las ideas de este párrafo y de otros se las estoy cogiendo prestadas a De Mello (al que leí con 18 años, hace 26)
       Al fin y al cabo la necesidad de afecto, sea cariñoso o admirativo es el hermano directo del diabólico orgullo, ego...Desprograma, desprograma, desprograma. Sigue adelante. No hagas caso a las ordenes de tu cerebro en forma de "tienes que hacer  esto  y lo otro porque si no, será terrible", o "tienes que y tienes que" (ni caso a eso también). ¿Que te ven llorar? Y eso qué importa. Lleva sólo tu cara, sólo una, sólo la que refleja tu interior; que gusta, perfecto, que no gusta, perfecto.
       
           A la mierda, tú no estás obligado a nada, ni siquiera a que este texto sea comprensible, ni tienes que hacer más mérito que el de quererte tú y aceptar tu limitación en forma de orgullo. Tú a lo único que estás obligado es a tratar de ser feliz. Y a aceptar el fracaso y a darte mucho cariño y quererte y perdonarte las cosas que no te gustan de ti. Y a llevar el sufrimiento sin tratar de destruirlo. Te destruirá él más cuanto más te pelees con él o cuanto más te compadezcas... Cuando toca sufrir, toca sufrir...Esta sociedad no nos permite ni eso. Por dentro podemos estar podridos, pero debemos poner buena cara, que todo va bien; son las reglas del juego. No hagas caso al "Sonríe aunque te sientas mal". Y si te dicen que sonrías porque tu enemigo odia eso, el que te diga eso, ese, ese es el enemigo; ni eso; su mensaje es el enemigo; sus palabras, a las que no debes de hacer caso. No sonrías por favor, o hazlo sólo si te apetece. No hemos venido a ser ideales, mucho menos todavía a hacer creer que lo somos para creerlo luego nosotros. Eso es un disparate.

   Y así no tendrás que estar esperando a que pase esa cosa que piensas que tiene que pasar o a hacer: X y sólo X, para ser feliz. Eso es una falacia. Habrá días en que te sentará mal tu propia limitación. Y una de las limitaciones es hacer mal algunas cosas; a veces harás daño y cuanto menos te culpes por ello, cuanto más te perdones, cuanto menos te machaques, menos daño harás la próxima vez; te lo aseguro; lo he visto, lo veo. La única perfección es la aceptación de la imperfección del dolor y de la falta de compresión hacia ti por medio de ti mismo y por parte de otros....

      No te detengas. Si no puedes dejar de pensar en ESO, no trates de solucionarlo, sabes que el precio de vivir y disfrutar, a veces consiste en pagarlo con el dolor que te provocan cosas como ESO, que ronda en tu cabeza y cuando más pábulo le das, más grande se hará. Pasa de largo, es tu cabeza dictadora y militar. Cruza los brazos ante ella; no le obedezcas en impulso.
      Dale la bienvenida al dolor. Ríndete, ríndete, no merece la pena pelear contra lo que otros dicen, pues la interpretación (la que te hace daño) de lo que te dicen, es cosa de tu cabeza. Si eres consciente de eso, sabes que tu problema es tu cabeza y no los otros. Y que la única solución posible es aceptar el daño de la cabeza. Pues si lo aceptas y lo llevas sin rebelarte no conseguirá hundirte durante días. Sufrirás, pero menos.
        Y pasará y volverá a salir el sol. Sólo aguanta la tormenta interior, sólo estate quieto mentalmente, sólo no cambies nada. Sólo piensa, que todo está bien como está ahora, pues amigo, como te pongas a pelear con lo que te dice tu cabeza, esta te destruirá. Qué más da lo que dice la cabeza; un día te dirá que te preocupes por A otro por B otro por C, otro por D, así todo el abecedario, y vuelta a empezar por la A.... Y tú haciendo caso como un esclavo que debe de preocuparse cada vez por algo con distinto nombre y diferentes situaciones; resulta que en casi todos estos casos, no son personas ni cosas lo que te preocupan; es el orgullo cabrón escondido detrás de esas cosas el que te hace daño. Cada dos por tres. Basta. Ni caso. Déjalo estar.
       Sigue,  como puedas, y el sol volverá a salir.

2 comentarios: