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Marías me gusta. Pero muchas veces no.
Querido
lector, si no soportas a Marías en sus artículos, no dejes de leer
hasta el final, porque aunque hablo bien de sus novelas, dejaré claro en dicho final por qué pienso que sus artículos son inadecuados. Esta
trampa que te hago es para que te leas mis párrafos anteriores.
Soy un lector absolutamente desastroso y caótico. No me van las novelas de acción; no sé lo que me va.
Pero
a veces suceden cosas extraordinariamente bellas. Llevaba (y llevo)
unos días en que parece que tengo la cabeza en los pies y viceversa,
viviendo una especie de vida interior cercana a lo alucinatorio. Sólo
el que me haya leído puede saberlo. Los de alrededor (físicamente)
ni se han enterado.
Entonces
pongo en mis manos un libro de bolsillo de título "Todas las
almas" de Javier Marías, publicado en 1989; me lo leí hace 14
años, tras otros libros de Javier Marías novelista; he vuelto a él
con calma, y, párrafo a párrafo, línea a línea, palabra por
palabra, el narrador me adentra en un mundo donde el detalle es el
que adquiere protagonismo (no os olvidéis de los detalles, de los
esenciales (o preciosos) detalles, decía Nabocov; eso o algo muy
parecido, creo recordar; pero a Nabocov no he podido leerle, aunque
pienso que esa cita suya existió)); y en frente de ese libro, me
siento protegido por sus suaves párrafos, por lo bonito que puede ser lo
intrascendente si es contado con cierta melancolía, una reflexión serena
y algo (no mucho) de humor.
Y
entonces ese libro me sirve de descanso y puedo leerlo despacito, es
un remanso de paz. Así como en "Corazón tan blanco" o en
"Mañana en la batalla piensa en mí" (los dos primeros
libros que le leí a Marías), la vertiginosidad de la expresión del
sentimiento por medio de un pensamiento selectivo, te hace entrar en
un ritmo frenético (pero atractivo a la vez), en este libro, sin
embargo ("Todas las almas"), de la misma forma que en el
Oxford que se nos describe, el tiempo va despacio pero suave, y por
medio de una mezcla de acontecimientos aparentemente insignificantes
pero con un fondo de remanso de paz melancólica, uno no puede más
que sentirse agradecido al narrador que crea Marías, que es el
autor, pero este deja bien claro que él ya no es el que era cuando se
narra a sí mismo Mucho mejor.
Resulta
que este hombre, que en lejano 1989 hizo algo que yo leo con placer y
serenidad, algo bonito, de hecho, en el actual 2016, sigue desde hace
tiempo de los nervios; o eso dejaba entrever en los artículos que yo
le leía hasta hace poco. Solía insinuar y hasta decir que no se
sentía cómodo ante toda la estupidez que le rodeaba.
Qué
contraste. En los artículos, enfadado con el mundo. En este libro,
mostrándonos su mundo de forma delicada, sensible (bueno a él, cómo es un tipo duro, esta palabra no le gustará nada pero...) y sosegada. Es una
monotonía encantadora. Si es que esas dos palabras pueden ponerse
juntas. En este caso, a mí, me parece que sí.
En
mi opinión desde el segundo libro de la trilogía “Tu rostro
mañana”, a Marías empezó a patinarle la mandarina también como
novelista. Bueno, yo estaba mal y mi opinión es demasiado
subjetiva, pero me empezó a parecer que había empezado a publicar
el mismo libro que los que había escrito hasta entonces.
Creo
que enfadarse con el mundo entero cada Domingo no le hace nada bien
como persona. Y estoy seguro de que cuando escribió “Todas las
almas” era un ser más sosegado y mucho menos enfadado que el
articulista que escribía una columna cada domingo de marras, descalificando a todo bicho viviente, hasta hace poco (y
tengo que decir que hasta hace poco porque hace un tiempo que no le
leo; puede haber cambiado pero lo dudo); sí sé que su amigo Pérez-Reverte, se presenta como Marías
se presentaba. Cometí el error de leer a este último hace poco (en
forma de artículo dominical) y casi vomito. A mí quien me gusta como articulista, y mucho, es Rosa Montero.
Ahora
bien, ese libro a mí me está haciendo bien. Y tengo cierto cargo
de conciencia por haber aparcado una novela de Rosa Montero. Pero me
queda por repetir “El amor de mi vida”, que es un homenaje
precioso que le hace Rosa Montero a la literatura por medio de diferentes escritores o gente
célebre que escribió o dejó dichas cosas que llegaban a
escandalizar; como Darwing con la evolución de las especies. Montero
emociona cuando habla con emoción de aquellos libros que le han
servido para vivir más (por contradictorio que parezca)... Y volveré a la novela de Rosa cualquier día, se lo merece...
Y
una última cosa: sobre Marías: decir como dijo él que había que
poner filtros en internet porque había gente que se creía con
derecho (cómo se atrevían) a descalificarle a él o a
Pérez-Reverte o a Vargas Llosa, es olvidar que él se metía (cuando
lo dijo) con todos nosotros cada Domingo, y que siempre ha criticado
la censura. Lo de los filtros huele demasiado a censura. Bonito
“Todas las almas” sin embargo.
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