EN MI INTERIOR
Soy un mal lector. Bueno, mejor dicho, soy un lector lento, me cuesta concentrarme, pero termino los libros y siempre estoy leyendo alguno o sea que igual no soy tan malo en esencia. ¿Será el carromato de pastillas diarias? Podría ser. Pero entonces no entiendo que se me haga cómodo y fluido el hecho de escribir o de parlotear bastante en grupos de amigos. Sea como fuere, a veces suceden cosas muy buenas al respecto.
Soy un mal lector. Bueno, mejor dicho, soy un lector lento, me cuesta concentrarme, pero termino los libros y siempre estoy leyendo alguno o sea que igual no soy tan malo en esencia. ¿Será el carromato de pastillas diarias? Podría ser. Pero entonces no entiendo que se me haga cómodo y fluido el hecho de escribir o de parlotear bastante en grupos de amigos. Sea como fuere, a veces suceden cosas muy buenas al respecto.
Definitivamente, Javier Marías (como novelista y con gran pena por mi parte, porque no le tengo simpatía), Paul Auster, Javier Cercas y Rosa Montero son ya mis autores contemporáneos favoritos (bueno, hace tiempo que no leo a Marías y quizá no le leeré más, pero como dicen que hacen algunas ex-parejas, su manera de escribir dejó huella en mí). A propósito de estos autores: en el País Vasco, la mayor parte de la gente es buena gente y tienen sentido común. Otros te pueden llamar vendido por no seguir a autores euskaldunes. No es mi problema, pero es importante saber esas cosas. Porque además sé euskera.
Acabo de terminar de leer la última novela de Rosa Montero, titulada “La carne”. Y si me pongo a escribir sobre ese libro, es porque al disfrutar tanto leyéndolo, cuando lo he terminado, he sentido algo que no había sentido nunca tras terminar un libro. Una más que leve pena, un vacío bastante molesto, cierta sensación de duelo. Puede que sea una coincidencia, pero es curioso que una novela en la que se reflexiona, entre otros variados temas y quizá de perfil, sobre la inevitable muerte, me haya provocado una sensación de pérdida. Porque, por fin doy con un libro con el que he vibrado, no habiéndome ocurrido eso desde hace tiempo, y se me acaba, y ya no más, FIN. ¡¡No! Estaba disfrutando mucho y pum, fuera, ya no más.
Supongo que esa sensación obedece al hecho de que, de tanto que he amado a ese libro, (sí, yo he amado ese libro, porque además tengo especial simpatía por su autora), y de tan protegido que me he sentido por él ante mi realidad interior y exterior, de tanta intensidad fascinante que me ha transmitido con sus personajes, emociones e historias, al terminarlo, se me habrá pasado por el subconsciente alguna idea del tipo de “y ahora ¿cómo sigo con mi vida?”; sí, sé que eso es delirante, pero a veces pasa con las pasiones, y una de las mías es la literatura. A ver qué libro me va a superar o igualarse a este, he pensado una vez acabado. La maravilla que ha creado en mi interior ya no volverá, pues al llegar a la última página, el libro MUERE, muere en mí. Y no hay más.
Soy de autores más que de libros, por tanto, dentro de un tiempo creo que voy a volver a “El peso del corazón”, anterior novela de Montero, pues la primera vez que le hinqué el diente hace meses, y poco después de comenzarla, mis prejuicios hacia la ciencia-ficción me alejaron de él. Pero es que tanto una lejana prima, que me introdujo en el mundo de la literatura de Rosa Montero, y tanto la propia Montero, afirman que no hay que dar importancia al escenario futurista y que lo que ocurre es universal y de no poco peso contemporáneo. Los humanos compartimos muchas cosas aun en hipotéticos futuros, por lo visto.
Lo alucinante es que desde la primera lectura de "La ridícula idea de no volver a verte", también de Rosa Montero y leído a finales de junio de 2013, y también desde la lectura de "Diario de invierno"· de Auster, en 2012 (meto un paréntesis de locura muy apropiado, porque, querido y muy cuerdo lector, entre esas dos fechas leí, a principios de 2013 “Las leyes de la frontera” de otro autor contemporáneo fetiche para mí: Javier Cercas; me gustó mucho, muy a pesar de leérmelo, en un Sanatorio; y puedes llamarlo manicomio, pero sólo una vez). Por supuesto, he leído otros libros además de los que nombro pero el último de Rosa está entre los que más me han gustado en mucho tiempo.
La sinopsis, con "pocas palabras": Soledad, que trabaja como comisaria de arte y es muy reconocida en esa profesión y es de carácter introvertido (en el libro se verá un poco por qué) ha estado siendo pareja de un hombre de 40 años que estaba casado durante la relación y al final el hombre de 40 años (Mario) la termina dejando para quedarse sólo y solo con su mujer (o quizá con alguien más también, pero de esto en el libro no se nos informa). Soledad, a punto de cumplir sesenta años, paga a un gigolo o prostituto para acudir con él a una ópera para dar celos a Mario.
Como ya he dicho, la historia me ha encantado, y quizá me ha gustado tanto, porque entre otras cosas, Soledad, mientras es parte activa y pasiva del relato, hace una serie de reflexiones internas mientras transcurre la acción, de lo más profundas e interesantes. Es sólo ahí donde la preciosa mano de su autora refleja sus obsesiones (absolutamente universales pero contadas de esa manera peculiar en la que sólo Rosa Montero sabe hacerlo, también en sus artículos, que no dejan de ser literarios aunque hablen de cualquier tema no literario); de modo que en ese libro hay partes, a gotas y pocas, de la Rosa Montero real (articulista) y otras muy buenas partes de imaginación (la mayor parte de ellas); el caso es que todo ello me ha dado muy buenas sensaciones cuando leía el libro.
Como además, Soledad, la protagonista de este thriller emocional o afectivo que se nos va presentando a pasos, es comisaria de arte y prepara una exposición cultural sobre escritores malditos, se nos va dando cuenta de éstos y de sus increíbles historias, pero a dosis calculadas, sin romper la trama y sin alargarse demasiado en estos interesantes pasajes.
Como además, Soledad, la protagonista de este thriller emocional o afectivo que se nos va presentando a pasos, es comisaria de arte y prepara una exposición cultural sobre escritores malditos, se nos va dando cuenta de éstos y de sus increíbles historias, pero a dosis calculadas, sin romper la trama y sin alargarse demasiado en estos interesantes pasajes.
Por eso, es bien claro que hablo sólo como fan si digo que el resto de lo que se cuenta se desliza en páginas que me han absorbido emocionalmente e incluso divertido en un capítulo cómico, con toda la tensión narrativa que Montero ha mantenido de principio a fin, de una manera envidiable. Que le doy un Sobresaliente vamos, porque, no es que sea pelota, es que le tengo pelota. No puedo evitarlo. Porque además al disfrutar de la lectura he ido levantando mi ánimo...
Y si ella leyera esto quizá hasta se sonrojaría, pues no se verá tan alta como la pongo, pero es que dentro de la pasión literaria, el mismo Nabocov se sonrojaría si escuchase a Montero hablar las maravillas que ella cuenta sobre él. En fin, que el arte, por suerte, no es matemática, vamos. Sólo en el caso de Borges, que yo conozca. Pero este último también decía que lo que entregaba al editor era su último borrador, como diciendo que la perfección no existe...Mejor para la pasión.
Seré algo más neutro al decir, porque lo pienso también, que el libro está condimentado con un montón de elementos, como el fracaso a todos los niveles, incluido el sentimental, y también está presente la necesidad “casi” universal del enamoramiento o del amor de pareja y del sexo, de la CARNE, que en pasión parece ser pulsión positiva contra lo perecedero, contraponiéndose a algunas obsesiones universales, como el miedo a la vejez y a la muerte. Y es que sin nuestras obsesiones universales no podríamos hacer belleza por medio de ellas, pues esa belleza es una forma de exorcizar el mal de nuestros miedos.
A mí, este libro, me ha hecho sentirme más vivo, aunque se hable de la muerte en diferentes pasajes.
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