martes, 16 de febrero de 2016

LUZ


A ver cómo hacemos para hablar de esta persona sin caer en la loa fácil y gratuita. Misión casi imposible.

Conocí a Luz hace muchos años. Digamos que tiene un curriculum de dolencias y males corporales de impactar. Sólo me sé unos cuantos, pero ha pasado por varios procesos de cáncer; le han quitado un pecho (o los dos, no sé), un riñón, una parte del colon, ha pasado por quimios y todo tipo de torturas físicas (ella no diría tortura, cuida mucho su lenguaje y lo mantiene limpio de rabias), tiene una espalda que está hecha trizas, hoy en día le cuesta mucho esfuerzo andar y pasa muchos días en su cocina o en la terraza mirando al exterior, al que no muchas veces sale por su cuenta. Los días en que está fuerte, coge aire y se atreve a bajar la basura (que otras veces le bajan amigas o sus hijos); para algo tan simple como bajar la basura tiene un pequeño problema: Primero, sólo tiene que bajar, pero luego, para alcanzar su casa, de vuelta, la cuesta es muy empinada. A veces, si el clima es bueno y si ella está animada, antes de volver a su casa, camina unos metros, con el fin de poder ver una huerta y jardín que una persona anónima lleva meses creando cerca del aparcamiento que hay frente a nuestras casas.

Siempre que le pregunto qué tal está, la respuesta es ésta: “Bien, dentro de un orden”. Y yo sé que tiene muchos dolores. Le pregunto por ellos. “Bueno a esos ya les he hecho amigos íntimos.”

Yo sé que por dentro a veces se asusta y sufre como todos pero no quiere amargar a nadie con la explicación de sus dolencias. Su único lema es “ama a tu prójimo como a ti mismo” y todo lo demás, dice, son complicaciones. Creo que ese lema entrecomillado, a la gran mayoría de la gente, le suena a rancio, vetusto y casi reaccionario. Pero algunos cristianos les sirve para no tener que andar buceando en la Biblia, tan ambigua ella, y hasta para no ir a misa. Quedamos muy poquitos.
Desde hace unos cuatro o cinco años, quizá seis, solemos ir mi pareja y yo a estar con ella, y con sus ochenta y seis años, nos lo hace pasar bien. La cosa tiene narices.

Un extracto: de un diario mío.

He estado con Luz. Persona maravillosa. Tiene el doble de años que yo y qué cabeza. Muy digna de conocer. Le llama por teléfono un montón de gente. Normal. Cuando fallezca, y que no lo haga demasiado pronto, no va a caber gente en toda la Iglesia.”

En su cocina me acoge con una sonrisa que le sale de dentro. Cada uno con un vaso de agua, no le dejo que se levante, la conversación fluye fácil, sin forzar, con ella no hay que disimular. He llegado bastante tocado, me salían unas lagrimillas: “Nos ha tocado la china a ti y a mí” dice sin autocompasión, con una sonrisa cercana a la risotada corta, con un cariño en la expresión casi inexplicable con semejantes dolores. Qué persona más positiva y curiosa Dios mío. No se habrá sacado estudios (creo que nos dijo que empezó a trabajar con 12 o 14 años; algo así), pero tiene un espíritu del que le sale una empatía y una conversación de todo tipo, menos tópica; es una conversación amable, agradable e inteligente, se pone en tus zapatos (como dicen los ingleses), bromea sobre el malísimo tiempo, sin quejas, aquí estamos, castigados, con otra sonrisa natural y espontánea, casi celebrando la desgracia con una broma, sin quejas, sí, ya sé que lo he dicho antes…”.

Otro extracto:


Hoy, con Luz, S. y yo hemos pasado tres horas de incontestable paz. Tremenda, Luz. Tres horas. Ella presidiendo muy humildemente la larga mesa, S. a su izquierda (cómo se quieren) y yo enfrente de S. Ese es un espacio absolutamente genial, que solemos formar unas tres veces al año y no tiene desperdicio. Y no tiene desperdicio porque Luz es, sencillamente la encarnación de algo muy poco dado en nuestros días: amor (con humor, humildad, sabiduría y alguna falta de ortografía). Y allí flota la conversación sin guión, lejos del fácil topicazo, con Luz empatizando con el ambiente y con nosotros (ténganse en cuenta las edades; 86 ella, 49 S, 43 yo); somos tres chiquillos jugando con las palabras, formando momentos sin ninguna hipocresía (bueno, alguna se nos habrá colado). Y encima nos había puesto en la mesa chocolates, pastas, bombones, frutos secos, chorizo, con el inevitable empacho posterior como consecuencia de ello."
         Lo que yo conozco de Luz es lo que ha quedado escrito; y lo que apoya al hecho de que mi subjetividad se acerque bastante a la objetividad es que todo el mundo habla bien de ella. Mucha gente la quiere, y es que ha sido capaz de sembrar muy bien, desde la más absoluta sencillez y a años luz de teorías artificiales. Pero más importante que clasificarla moralmente, es, que (y esto es aquello a lo que ella le da más importancia), repito que, lo más importante, es, que, a pesar de nuestra abismal diferencia de edad, somos grandes amigos. Amigos, muy amigos.


TODA LA VERDAD

Ayer le entregué estas páginas a Luz. Primero se las leí. Me dijo que me había pasado. Que su hija no opinaba lo mismo de ella y que también tenía sus momentos de mala leche. Que también tenía momentos en los que decía una palabra más alta que la otra. Que no era TAN buena. Bueno, pues como aquí no se trata de engañar a nadie, todo tiene que quedar dicho.

Quizá, salvo en el insólito caso de S. (a la que algunos ya han tenido que empezar a odiar de tan estupenda que la pongo siempre) no haya personas buenas--buenas y personas malas malísimas y todos nos movemos bajo unos principios, sí, pero las circunstancias que nos rodean nos moldean hacia un lado o a otro. Probablemente. La idealización siempre es peligrosa y es un error en el que he caído muchas veces. Y sin embargo, por qué será, hay ciertas personas que siempre me reconfortan. No creo que los prejuicios se hagan siempre en el sentido negativo sino también en el contrario, si es que me explico. Yo voy en una disposición muy buena hacia personas que ya tengo metidas en un cuadro definitorio positivo y mis juicios y valoraciones son, tan subjetivos… Pero esto le pasa también a la mayoría de la gente. Siempre estamos valorando y juzgando sin tener todos los datos sobre la mesa. Es imposible pues la objetividad.

             De todas maneras, hay una cosa clara. Luz se empeña mucho en poner la nota positiva a todo en su actitud hacia los demás y eso yo ya lo valoro mucho, porque hay mucha gente que hace todo lo contrario y va arrastrando negatividad por todos los sitios por donde pasa. Y no se trata tampoco de glorificar a unos y condenar a otros, pero no se puede negar que hay personas que te hacen la vida más agradable y con la que te hace mucha ilusión estar. Ahí se dan cita el cariño y el amor.

¿Buenismo, o extraordinario?




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