A
ver cómo hacemos para hablar de esta persona sin caer en la loa
fácil y gratuita. Misión casi imposible.
Conocí
a Luz hace muchos años. Digamos que tiene un
curriculum de dolencias y males corporales de impactar. Sólo me sé
unos cuantos, pero ha pasado por varios procesos de cáncer; le han
quitado un pecho (o los dos, no sé), un riñón, una parte del
colon, ha pasado por quimios y todo tipo de torturas físicas (ella
no diría tortura, cuida mucho su lenguaje y lo mantiene limpio de
rabias), tiene una espalda que está hecha trizas, hoy en día le
cuesta mucho esfuerzo andar y pasa muchos días en su cocina o en la
terraza mirando al exterior, al que no muchas veces sale por su
cuenta. Los días en que está fuerte, coge aire y se atreve a bajar
la basura (que otras veces le bajan amigas o sus hijos); para algo
tan simple como bajar la basura tiene un pequeño problema: Primero,
sólo tiene que bajar, pero luego, para alcanzar su casa, de vuelta,
la cuesta es muy empinada. A veces, si el clima es bueno y si ella
está animada, antes de volver a su casa, camina unos metros, con el
fin de poder ver una huerta y jardín que una persona anónima lleva
meses creando cerca del aparcamiento que hay frente a nuestras casas.
Siempre
que le pregunto qué tal está, la respuesta es
ésta: “Bien, dentro de un orden”. Y yo sé que tiene muchos
dolores. Le pregunto por ellos. “Bueno a esos ya les he hecho
amigos íntimos.”
Yo sé que por dentro a veces se asusta y sufre como todos pero no
quiere amargar a nadie con la explicación de sus dolencias. Su único
lema es “ama a tu prójimo como a ti mismo” y todo lo demás,
dice, son complicaciones. Creo que ese lema entrecomillado, a la gran
mayoría de la gente, le suena a rancio, vetusto y casi reaccionario.
Pero algunos cristianos les sirve para no tener que andar buceando
en la Biblia, tan ambigua ella, y hasta para no ir a misa. Quedamos
muy poquitos.
Desde
hace unos cuatro o cinco años, quizá seis, solemos ir mi pareja y
yo a estar con ella, y con sus ochenta y seis
años, nos lo hace pasar bien. La cosa tiene narices.
Un extracto: de un diario mío.
“He
estado con Luz. Persona maravillosa. Tiene el doble de años que yo y
qué cabeza. Muy digna de conocer. Le llama por teléfono un montón
de gente. Normal. Cuando fallezca, y que no lo haga demasiado pronto,
no va a caber gente en toda la Iglesia.”
En su cocina me acoge con una sonrisa que le sale de dentro. Cada uno
con un vaso de agua, no le dejo que se levante, la conversación
fluye fácil, sin forzar, con ella no hay que disimular. He llegado
bastante tocado, me salían unas lagrimillas: “Nos ha tocado la
china a ti y a mí” dice sin autocompasión, con una sonrisa
cercana a la risotada corta, con un cariño en la expresión casi
inexplicable con semejantes dolores. Qué persona más positiva y
curiosa Dios mío. No se habrá sacado estudios (creo que nos dijo
que empezó a trabajar con 12 o 14 años; algo así), pero tiene un
espíritu del que le sale una empatía y una conversación de todo
tipo, menos tópica; es una conversación amable, agradable e
inteligente, se pone en tus zapatos (como dicen los ingleses), bromea
sobre el malísimo tiempo, sin quejas, aquí estamos, castigados, con
otra sonrisa natural y espontánea, casi celebrando la desgracia con
una broma, sin quejas, sí, ya sé que lo he dicho antes…”.
Otro extracto:
“Hoy, con Luz, S. y yo hemos pasado tres horas de
incontestable paz. Tremenda, Luz. Tres horas. Ella presidiendo muy
humildemente la larga mesa, S. a su izquierda (cómo se quieren) y yo
enfrente de S. Ese es un espacio absolutamente genial, que solemos
formar unas tres veces al año y no tiene desperdicio. Y no tiene
desperdicio porque Luz es, sencillamente la encarnación de algo muy
poco dado en nuestros días: amor (con humor, humildad, sabiduría y
alguna falta de ortografía). Y allí flota la conversación sin
guión, lejos del fácil topicazo, con Luz empatizando con el
ambiente y con nosotros (ténganse en cuenta las edades; 86 ella, 49
S, 43 yo); somos tres chiquillos jugando con las palabras, formando
momentos sin ninguna hipocresía (bueno, alguna se nos habrá
colado). Y encima nos había puesto en la mesa chocolates, pastas,
bombones, frutos secos, chorizo, con el inevitable empacho posterior
como consecuencia de ello."
Lo
que yo conozco de Luz es lo que ha quedado escrito; y lo que apoya
al hecho de que mi subjetividad se acerque bastante a la objetividad
es que todo el mundo habla bien de ella. Mucha gente la quiere, y es
que ha sido capaz de sembrar muy bien, desde la más absoluta
sencillez y a años luz de teorías artificiales. Pero más
importante que clasificarla moralmente, es, que (y esto es aquello a
lo que ella le da más importancia), repito que, lo más importante,
es, que, a pesar de nuestra abismal diferencia de edad, somos grandes
amigos. Amigos, muy amigos.
TODA
LA VERDAD
Ayer
le entregué estas páginas a Luz. Primero se
las leí. Me dijo que me había pasado. Que su hija no opinaba lo
mismo de ella y que también tenía sus momentos de mala leche. Que
también tenía momentos en los que decía una palabra más alta que
la otra. Que no era TAN buena. Bueno, pues como aquí no se trata de
engañar a nadie, todo tiene que quedar dicho.
Quizá, salvo en el insólito caso de S. (a la que algunos ya han
tenido que empezar a odiar de tan estupenda que la pongo siempre) no
haya personas buenas--buenas y personas malas malísimas y todos nos
movemos bajo unos principios, sí, pero las circunstancias que nos
rodean nos moldean hacia un lado o a otro. Probablemente. La
idealización siempre es peligrosa y es un error en el que he caído
muchas veces. Y sin embargo, por qué será, hay ciertas personas que
siempre me reconfortan. No creo que los prejuicios se hagan siempre
en el sentido negativo sino también en el contrario, si es que me
explico. Yo voy en una disposición muy buena hacia personas que ya
tengo metidas en un cuadro definitorio positivo y mis juicios y
valoraciones son, tan subjetivos… Pero esto le pasa también a la
mayoría de la gente. Siempre estamos valorando y juzgando sin tener
todos los datos sobre la mesa. Es imposible pues la objetividad.
De
todas maneras, hay una cosa clara. Luz se empeña mucho en poner la
nota positiva a todo en su actitud hacia los demás y eso yo ya lo
valoro mucho, porque hay mucha gente que hace todo lo contrario y va
arrastrando negatividad por todos los sitios por donde pasa. Y no se
trata tampoco de glorificar a unos y condenar a otros, pero no se
puede negar que hay personas que te hacen la vida más agradable y
con la que te hace mucha ilusión estar. Ahí se dan cita el cariño
y el amor.
¿Buenismo, o extraordinario?
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