Cuando yo acababa de cumplir veintitrés
años, quería pegarme un tiro en la cabeza (lo siento E.D,
pero la realidad es la realidad) y con eso está todo dicho; no
quiero matizar más la real penalidad; lo dicho basta y sobra… Yo
tenía depresiones y punto. Un día en el que llegué a casa sin
esperanzas con respecto a mi recuperación de la debacle que llevaba
dentro, mi tía y mi madre me dijeron en la cocina que en Barcelona
había un psiquiatra muy bueno y que había curado muchos problemas
depresivos. Que nos íbamos al día siguiente. Yo dije que bueno,
vale, iremos, de una forma bastante apática y como el que no tiene
nada que perder.
Y a Barcelona nos fuimos a primera hora de la mañana
del día siguiente. Una vez llegados allí, comimos en un bar y en
cuanto llegamos al edificio donde se ubicaba el despacho del famoso
doctor, entramos en el impresionante piso donde éste atendía a las
consultas. Nos recibió una guapa (¿?) y simpática recepcionista.
El doctor les espera. Entre usted. Y usted era yo, que entré. Me
encontré con un hombre impactante, con gafas y un poco calvo pero
impactante a pesar de ello, vestido de punta en blanco. Ni
ordenadores ni nada. Pluma y hojas, una letra impresionante. Empecé
a contarle mi vida. Él iba escribiendo sin inmutarse y a una
velocidad asombrosa. No sé el tiempo que estuvimos mano a mano, él
escribiendo y yo hablando de todo lo que me había sucedido en el
ámbito patológico de mis días. Al final me dijo que hiciera el
favor de salir y de decirles a mi madre y a mi tía que entraran
solas en el despacho. Tampoco recuerdo cuánto tardaron. No recuerdo
lo que yo pensaba ni cómo me sentía, de lo que estoy seguro es que
el día anterior me sentía muy mal. Aunque no descarto que estuviera
bien, a pesar de mi sentimiento.
Al fin me llaman; entro otra vez en el
despacho. Allí, mi tía y mi madre me miran con una amplia sonrisa,
que pronto supe que era de alivio. El médico dijo:
--Tú tienes una depresión bipolar y esto es absolutamente curable.
Te vas a curar y vas a llevar una vida plenamente satisfactoria.
Me lo creí, menudo idiota, me lo creí así sin más,
de golpe y porrazo. Pero pedí explicaciones. Él, que debió de
pensar que yo era algo intelectual por la forma pedante en la que
seguro que me había expresado en nuestro primer encuentro (es algo
que solía hacer en aquella época ante los psicoterapeutas; quizá
quería impresionarlos), me dio una explicación bastante convincente
sobre los neurotransmisores que funcionan entre las neuronas y que
provocarían el desastre: La serotonina, la noradrenalina…:En fin,
que cuando la forma de circular de la serotonina entre las neuronas
es deficiente, se produce la depresión; eso sería una depresión
endógena y la que él defendía sin cortapisas; aunque hay gente que
sostiene que el individuo se deprime por problemas psicológicos que
no ha conseguido identificar ni solucionar (serían profundos traumas que tienen que ver con disgustos
de enorme intensidad) y como consecuencia bajan los neurotransmisores, o
mejor dicho, circulan deficientemente, y no al revés.
Por eso, cuando
te libras de la mili por un problema de estos, las fuerzas armadas
matizan: “Usted es considerado no
apto, por enfermedad psíquica o física”: Ni los propios militares
se atreven a ser tajantes en esto, y mira que a ellos les gusta el
rigor; otros sí se atreven a ser tajantes sin saber que están
jugando con fuego. Porque la ignorancia no es que sea sólo
atrevida, sino que además es tan irrespetuosa (por ignorante) que se
mete en temas donde ni el más sabio se atrevería a meterse. Cuando
hablo de ignorancia hablo de psiquiatras, de anti-psiquiátras, de
budistas (estos omiten irresponsablemente que somos cuerpo finito,
vulnerable y dolorido, además de alma; y ni siquiera se puede demostrar que
exista tal “alma”; sabemos que somos pensamiento racional (que
quizá es demasiado decir) y sentimientos)), de cristianos (el mismo
Jesucristo dudó al final y se sintió ignorante y perdido ( Padre ¿Por qué
me has abandonado?); y por supuesto, me incluyo entre los ignorantes.
Sea como fuere, resulta que el fármaco adecuado suele
provocar (pero no siempre) un circular óptimo, y como consecuencia
se elimina la depresión (pero no siempre). Lo
que acabo de contar es un tema muy cansino para los que me conocen o
para los que me hayan leído algo.
El psiquiatra de Barcelona me dio
otras cuantas explicaciones científicas que yo, deseoso de dar con
la X, con la solución total al tormento de la vida, me aprendí de
memoria instantáneamente y que no voy a reproducir aquí porque es
muy aburrido, pero aquella historia me convencía y SUS pastillas o
SU tratamiento, que por lo visto nadie más sabía aplicar en todo
el extraño país llamado España, me convencieron de que ya estaba salvado.
Pero
al tema. Le creímos, le creímos todo. Nos empezamos a relajar un
montón. A veces pienso que nos hace sufrir más la congoja y el
miedo al dolor de la vida que el propio dolor. Este es un ejemplo.
¿Dónde estaba mi depresión de camino a la farmacia? ¿Se habían
puesto mis neurotransmisores a funcionar automáticamente bien? ¿Cómo
así me encontraba todo tranquilo y feliz todavía antes de ingerir
todo el cargamento de píldoras en que consistía SU tratamiento? Si
alguien te convence, hipnotiza y te dice, yo te salvo y te quito el
dolor, y tú estás lo suficientemente desesperado como para creerle, por
mucho que el dolor vuelva tiempo después (porque volvió, y de
manera brutal; y no mucho después sino en menos de un mes) en aquel
caso, a mi persona le desapareció la ansiedad de golpe; personas
antipsiquiatras y de medicina alternativa afirman que esta es una
demostración de que el problema es psíquico, se agarran a esta
solución placebo para confirmarse en su sabiduría. Yo,
personalmente, y coincidiendo con los militares (nunca pensé que
diría esto) no tengo ni puta idea. Soy una cobaya crónica.
"Ondo dakik hik ezina dela hemendikan alde egitea, dena gero ta hestuagoa da, ez zegok irtenbiderik, galtzailea, bla bla bla bla bla... ametsak, soilik telebistako ametsak, beti korrika aldapan gora, alde batetik bestera, bainan badakik zein den aukera, sisteman bizi ala beldurra, ez zegok irtenbiderik, galtzailea."
"Sabes bien que no es posible largarse de aquí, todo es cada vez más estrecho, no hay salida, perdedor, bla bla...sueños, sólo los sueños de la televisión, siempre corriendo subiendo la cuesta, de un sitio a otro, pero sabes cuál es la elección, vivir en el sistema o el miedo, no hay salida, perdedor."
Maketa de Hertzainak previa a su primer impresionante L.P. Canción "Galtzailea""Perdedor".
"Sabes bien que no es posible largarse de aquí, todo es cada vez más estrecho, no hay salida, perdedor, bla bla...sueños, sólo los sueños de la televisión, siempre corriendo subiendo la cuesta, de un sitio a otro, pero sabes cuál es la elección, vivir en el sistema o el miedo, no hay salida, perdedor."
Maketa de Hertzainak previa a su primer impresionante L.P. Canción "Galtzailea""Perdedor".
Si alguien piensa que la cita de Hertzainak es fea por fatalista o pesimista, me gustaría informarle de que un texto llamado "A veces", dedicado a los que sueñan con un mundo mejor y a los optimistas y vitalistas tuvo diez visitas. Sin embargo, otro texto llamado "En el infierno a la mañana, oxígeno por la tarde", dedicado a los pesimistas y a los deterministas, tuvo treinta. Me alegro de no dedicarme a la sociología y de no tener que sostener un mundo cuya sociedad más cercana nos manda habitualmente dos mensajes demasiado contrapuestos, a veces casi en la misma conversación: Estos dos mensajes son para mí, uno, "Hay que ser positivo y tener esperanza". El otro es "Qué mal, qué duro y qué difícil está todo. Resulta que hay personas que las usan indistintamente según lo que les pida el cuerpo en cada momento. Y otra cosa, es posible que pasado mañana o mañana mismo me encuentre en desacuerdo con esa cita. Pero no la voy a eliminar.
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