Aquí me presento para matar.
El tiempo.
Hay veces en las que el día no se ajusta a uno o al revés. Que importa. Al fin y al cabo, estos momentos que ni si quiera son apatía, ni siquiera son tiempos muertos, son tiempos vivos en donde nada prodigioso, ni interesante, ni apasionante o divertido, sucede. Pero tampoco nada horrible: Victoria.
Soy y estoy. Feliz conmigo y sin mi. No deseo que nadie muera. De envidia. Porque estarían haciendo un análisis sesgado. No saben de mis maravillosamente traumáticas y muy divertidas noches.
Nublado, oscurece y parece que puede llover. Y vamos a salir.
Creo que hay que tener algo de insolencia para escribir en público. A ver, quien te has creído que eres para presentar por escrito tus ocurrencias, pensando pretenciosa y prepotentemente que alguien puede estar interesado en tus tonterías de niño burgues de mediana edad.
Una cosa es que no tengas miedo a hacer el ridículo y otra saber que lo puedas estar haciendo y provocando la pérdida del tiempo del santo inocente que se acerque a este cuadro a leer vaguedades. Bueno, pues ante el miedo de perder los papeles, he decidido deshacerme de ellos y ya están en la basura.
¿Y a quien se le ocurrió esa expresión de perder papeles? ¿Qué papeles? Ah, la reputación, la categoría, el estatus y toda esa basura, a la basura.
Es evidente que la calma interior y una moderada ilusión no inspiran. A la porra la inspiración con lo bien que se esta sin continuas altas sensaciones de bomba de relojería.
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