martes, 12 de abril de 2016

ROSA MONTERO

LITERATURA HUMANA EN MOVIMIENTO

A finales de Junio de 2013, y por recomendación de mi prima (a quien debo la literatura, en la que me introdujo por medio de otro novelista) leí, en dos días, “La ridícula idea de no volver a verte”, de Rosa Montero; me la he vuelto a leer a pedacitos; de hecho estoy todavía en las últimas 7 páginas, terminándolo.

Tras aquella lectura leí “La loca de la casa”, también de la misma autora (me lo releí hace unos meses también) y posteriormente, otra tercera obra de Rosa Montero “El amor de mi vida”. En este último libro, Rosa Montero habla de los libros que le han gustado y que le habían hecho muy feliz, pues leer es para ella una fuente de disfrute enorme, con reflexiones encantadoras. Es más, Rosa Montero necesita leer literatura como una forma de respirar y de reconciliarse o de relacionarse con la vida. Mi prima opina, cómo la propia Rosa, que la literatura salva la vida. Hace un rato me ha salido sin querer la expresión “reflexiones encantadoras”; quizá haya ocurrido que algún tipo de magia ha hecho aparición en este escrito, pues la palabra “encantadora”, define a la Rosa Montero que yo conozco. Y es que en los dos libros nombrados al principio, Rosa Montero se muestra así. Y por lo que contaré luego, esa palabra se afianzará más, por lo menos desde mi punto de vista.

En el libro “La loca de la casa” y también en “La ridícula idea de no volver a verte”, Rosa Montero se te dirige de tú, se pone a tu nivel, te hace confidencias, se ríe de ella misma o habla sin rubor de sus propios fallos o miserias. Todo ello tras el trasfondo del tema general, en el caso del segundo libro nombrado: la vida y logros de la heroica mujer que fue Marie Curie. En ningún momento se pone como referente ni como ejemplo de nada. Cuando le lees en los libros híbridos que no son ni novela, ni ensayo, ni nada que se pueda clasificar con un solo término, tienes la sensación de que ella quiere hacer al lector partícipe activo de lo que cuenta. Es como si hablase contigo pero de una manera verbal de alto nivel literario. Esto resulta muy gratificante porque te pones a reflexionar con ella de forma fascinante y es como si tuvieras la suerte de estar hablando con ella de cosas muy interesantes. Todo esto, acompañado de una escritura preciosa en su forma y en su fondo, todo ello tocando fibra, todo ello mostrando una lucidez y una capacidad de comunicación literaria, ante la que no queda otro remedio que rendirse y aplaudir.

Por si todo esto fuera poco, en “La loca de la casa” se ríe de la vanidad y de la inseguridad de escritores entre los que se incluye; llega a cuestionarse como escritora. Reírse de la vanidad de uno, es, en mi opinión, una muy genuina forma de humildad.

Por mucho que “En la ridícula idea de no volver a verte” diga que no es capaz de hacer escritura autobiográfica y que sólo se puede mostrar por medio de sus personajes, ella es, a pesar de todo, y quizá en contra de lo que opina, preciosamente transparente: hay mucha humanidad en esos libros, para lo bueno y para lo malo. Hay un gran ser detrás de esos libros. Y no me da pena estar terminando “La ridícula idea de no volver a verte”, porque en cuanto termine iré con la primera novela que le leeré “El peso del corazón”; de esta novela, mi prima, una vez más mi prima, habla maravillas, y los consejos de mi prima Marijose, siempre han dado en la diana de mi placer leyendo los libros recomendados por ella.

La historia no acaba aquí, más bien comienza. En sus artículos dominicales, de la revista dominical de El País, Rosa, no puede evitar ser todavía más Rosa. Solidaria y con una capacidad de empatía y de compasión con los más desfavorecidos insólita, no se corta un pelo en señalar injusticias brutales y en dar voz a los que no tienen el acceso e influencia social que ella se ganó con su trabajo. No deja de ser curioso el hecho de que en “La ridícula idea de no volver a verte” diga que lo que menos le gusta de su admirada Marie Curie es ese afán estoico de lucha sin cuartel por la humanidad en plan “misionera” de la vida. Entiendo lo que quiero decir, pero es que resulta que aunque Montero sabe disfrutar de los placeres de la vida (que era una cualidad que quizá Marie no tenía; salvo en picnics y en paseos en bicicleta, Marie Curie parecía disfrutar sólo cumpliendo con su “obligación humanitaria”, que ella se había impuesto) Rosa Montero, es, en cierto sentido, igual que Marie Curie.

Su página de Facebook, da buena fe de ello; a mí, simple y llanamente, me impresiona esa página cuando me ha dado por visitarla; luchadora y peleona, habla de gente no famosa, con nombre y apellidos, de gente “loca” que quiere cambiar el mundo o por lo menos embellecerlo, de gente muy necesitada socialmente o de los excluidos, a las que da voz; defiende y pide ayuda para ellos (además, ella, sin jactarse de ello, pues lo dijo de paso y de forma casual, también da dinero a identidades de motivación humanitaria); también  defiende los derechos de los animales, a favor de los cuales ella lanza los dos brazos.

Rosa responde a mails de gente desconocida como yo con un cariño y una ternura que me conmueve. Evidentemente dice que soy un ángel porque no me conoce. Evidentemente dice que escribo muy bien, para hacerme bien en respuesta al cariño que me sale cuando me dirijo a ella. Y es que me he dirigido a veces a ella por mail, pues tras algún artículo o una preciosa información que da, comienzo a hacer algún comentario en su página, que se extiende tanto que me entra rubor publicar y lo que he hecho (dos veces) es copiar mi comentario (sin publicarlo finalmente) y pegarlo en redactar de mi correo electrónico, poniendo en el lugar del destinatario su dirección electrónica, de la que me enteré por una carta de papel que le mandé hace tres años, con mi dirección de correo electrónico por si acaso; dirección que nunca daría sin su consentimiento…Respondió, amable; posteriormente, cada vez más amable.
Rosa, GRACIAS. Porque, entre otras cosas buenas, eres la única periodista que nos da buenas noticias…




No hay comentarios:

Publicar un comentario