Cuando uno puede aceptar su realidad, incluso si ésta puede ser disparatada a veces (esas en las que la realidad de uno se etiqueta con la palabra enfermedad, sin que yo tenga nada en contra de esa etiqueta) puede caminar por la vida sin vergüenza ni orgullo, simplemente de manera natural y sin máscara.
No se enorgullece uno de eso, porque observa con bastante indulgencia sus mayores fallos y sus tonterías, pero no lo hace con lupa de aumento sino que, si puede, riéndose de sí mismo, que es muy sano. Lo hace mucho un amigo que tengo con fuertes dolores, y lo hace Marjo Garel. Gracias a su ejemplo.
Un amigo me dijo que en una época fue muy rencoroso pero que la vida le había dado tantos palos que ya no lo era. No quería perder el tiempo en eso que sólo te quema a ti sobre todo. Pienso igual.
Han sido demasiados años y algunas cosas se aprenden por el camino. No fue tiempo perdido, fue tiempo necesario, a pesar de haber sido muy molesto, pero uno sigue ahí, sin haber hecho demasiado esfuerzo, con nada más que el tiempo que le ve pasar y el amor, lo más importante que ha encontrado por todo el camino y que le sale natural devolver.
Un fuerte abrazo a toda la gente buena que trata de serlo siempre que puede. Ell@s son mi casa.
Gracias porque en esta zona de mi caminar, en el facebook, gente como Ana. M. Cachaza, Magdalena Barcenas e Ignacio Ferriz y Mercedes y Vero y Antonio y Lola y Marisol y más, me han apoyado mucho.