Tras cinco días de confinamiento se me ha producido, al son de las malas noticias, un conato de desfallecimiento y un pequeño porcentaje de rabia (¿hacia quién?).
Por suerte, al apagar la tele y tumbarme en el sofá, la lectura de un libro me ha traído a un mundo de calma. Me protegían de mis miedos, todas las frases, descripciones de sentimientos con prosa balsámica de la autora del libro, y entre las dos tapas, ahí estaba yo, atrincherado en las páginas de una seguridad de belleza melancólica pero serena.
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